Justicia a la banana (Segunda parte)
Gerardo Australia

Historias para recordar

94 opiniones • veces leído

Antes el plátano era visto como una fruta exótica y sólo se encontraba en hoteles de lujo y restaurantes fifís a precios inaccesibles, pues llevar la fruta tropical…

United Fruit Company (Foto: Cultura Colectiva).
United Fruit Company (Foto: Cultura Colectiva).

Lectura: ( Palabras)

La historia del comercio y explotación del banano, sobre todo en América, también es interesantísima y a la vez irritante y triste como la historia del banano en sí, porque viene a confirmar lo que todas las grandes obras de la literatura universal nos han dicho desde hace cientos de años, concordando en una misma cosa: el ser humano es una mierda (emoji chimuelo sonriendo).

El plátano se convirtió en la estrella del momento durante las primeras décadas del siglo XX, cuando se comenzó a comercializar a gran escala y estandarizar su consumo para formar parte de la dieta básica de la gente, esto gracias a una entonces novedosa herramienta persuasiva, la publicidad. Antes de esto el plátano era visto como una fruta exótica y sólo se encontraba en hoteles de lujo y restaurantes fifís a precios inaccesibles, pues llevar la fruta tropical desde la zona productora de plátanos más cercana, por ejemplo Jamaica, podía llevar tres semanas en barco, lo que era más largo que la vida útil del plátano. Este último problema se solucionó llevando hielo a bordo, y lo demás se arregló con la publicidad y su magia idiotizante, que hizo de nuestra picuda fruta favorita, ayudándose sobre todo de un factor importante: a diferencia de la manzana o la naranja (frutas estacionales), el plátano, además de nutritivo y divertido, se podía tener en el frutero todo el año.

El origen comercial del gran fenómeno bananero estuvo a cargo del colmilludo comerciante estadounidense Lorenzo Dow Baker, quien en 1870 rentó un barco para llevar cocos y plátanos del Orinoco a Jamaica y de ahí hasta New Jersey. El negocio resultó lucrativo y no tardó en prosperar, hasta que míster Baker se dio cuenta que el verdadero “bisne” estaba en controlar de manera total la producción, desde la plantación, cultivo, cosecha, hasta el transporte del bananiux a su punto de venta.

Lorenzo Dow Baker
Lorenzo Dow Baker (Foto: WIkipedia).
platanos cosechando
Foto: El País.

En 1899 Baker se asoció con el magnate Minor Keith, constructor y dueño de las líneas ferroviarias en Centroamérica y el Caribe, un Mac Pato sin escrúpulos que tiempo después sería acusado de genocida e intervencionista al financiar guerras y oprimir huelgas en beneficio de su bolsillo. Y así se fundó la famosa y controvertida United Fruit Company (UFC) —desde los años setentas llamada Chiquita Brands International— creando una gigantesca red para comercializar la banana, especialmente en Estados Unidos. La red incluía plantaciones en donde se diera el fruto (básicamente todo el Caribe y Centroamérica), ferrocarriles, viviendas, hospitales, líneas telegráficas, puertos y la flota civil de barcos de vapor más grande del mundo, la llamada Gran Flota Blanca. Esto sonaba increíble, sobre todo para los países atrasados que la inyección de infraestructura les cayó de rechupete para poder ver la luz de la modernidad. Sin embargo, el Pulpo, como también le decían a la UFC, tenía otros planes bajo el lema más aplaudido del explotador ojete y despechugado: “…todo pa’cá, papá”. De esta forma, la UFC dominó por completo el comercio internacional del banano por más de 60 años, teniendo una influencia tremenda en todo el mundo, no sólo económica, sino política, social y culturalmente.

Económicamente países como Honduras, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Nicaragua y Panamá llegaron a depender absolutamente de la United Fruit. Como mencioné, esto significó al principio prosperidad y bienestar, pero pronto la compañía sacó el cobre, transformándose en un títere de la maquinaria imperialista yanqui y de su siempre presente Doctrina del Destino Manifiesto (todavía hoy sostenida). El Destino Manifiesto es básicamente esta idea mafufa que se inventaron los gringos de sesgo puritano en el siglo XIX, la cual expresa la creencia total en que Estados Unidos es la nación elegida por Dios, la única destinada a adueñarse de tu país para salvarte del mal (¡salchichas!, escondan a la abuela en la cajuela del Tsuru).

United Fruit Company
United Fruit Company (Foto: Prensa Comunitaria).
United Fruit Company
United Fruit Company (Foto: Baker Library / Harvard Business School).

Con este banderín los yanquis siguen haciendo de las suyas. Su colonialismo de característica siniestra utilizó de pretexto a nuestro querido plátano para invadir países tropicales, abusar de la mano de obra, despreciar la condición de vida de las personas, fomentar la corrupción y la avaricia de manera despótica. La verdad sea dicha, cuando las bananas disparan balas dejan de ser nutritivas, pero sobre todo divertidas: en Colombia, en 1928, la represión de una huelga de trabajadores de la UFC dejó 1800 muertos. El colmo vino cuando a mitades del siglo XX la UFC en Guatemala, que descaradamente era dueña del 42% de las tierras del país, no pagaba ni un peso en impuestos y además era dueña del sistema telefónico, de telégrafo y de los ferrocarriles, organizó y pagó junto con la CIA un sangriento golpe de Estado para derrocar al presidente Jacobo Árbenz, quien subió al puesto con nuevas ideas y reformas para controlar el monopolio frutero y tratar de proteger a los trabajadores de la explotación. Una vez que se deshicieron de Árbenz y sus seguidores, la UFC puso a un mentecato de su elección y listo, a seguir bananeando por la derecha. Éste era (es) el modus operandi yanqui: controlar el país por medio de un grotesco monigote autoritario impuesto por ellos, el famoso dictador bananero, papel para el que nunca faltaron candidatos.

Con la explotación del plátano nace el desdeñoso término República Bananera, que describe “un país que es considerado políticamente inestable, empobrecido, atrasado, tercermundista y corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por el plátano), gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar, sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los gobernantes o mediante el ejercicio del poder financiero”, dice Gregorio Selser. El término fue acuñado por un súper escritor de cuentos cortos estadounidense (pero borracho irredento), O. Henry, en su cuento El Almirante (1904).  (Nota: sobre este tema, no dejen de leer la interesante novela Tiempos recios (2019), de Vargas Llosa, quien utiliza este platanero marco histórico para desarrollar una trama estupenda sobre cómo se las gastaban los peleles de la UFC).

Jacobo Arbenz
Jacobo Arbenz,1951 (Foto: Wikipedia).
Minion Banana
Imagen: Animation Source.

Mientras tanto el plátano saltó… bueno, más bien se encajó sin dificultad a la cultura popular. Claro, la simbología y el carisma ya los tenía. Comenzó a aparecer de cuerpo entero en la pintura, literatura, música, cine y en el vocabulario de la gente de a pie, sobre todo en Estados Unidos. Ahora un “mandamás” era el top bannana, “enloquecer” era go bannanas y banana boat era lo que por acá conocemos como un “transporte guajolotero”, de los que van haciendo mil paradas por el camino. Hoy en día, en la primera película de Mi Villano favorito (2010), los Minions hablan banana language y cuando estamos en el mar nos montamos en la ridícula Banana para hacer un más grande ridículo yéndonos de hocico al agua (devuélvanle los bloomers a la abuela).

En 1923, Frank Silver e Irving Cohn lanzaron su canción Yes, We Have No Bananas! El tema tuvo tanto éxito que la partitura llegó a venderse por más de mil copias al día. Más tarde, en 1932, esta canción fue el himno de una de las protestas más grandes y rudas en el norte de Irlanda contra la opresión inglesa, una de las pocas protestas en la historia de aquellos lares que unió a católicos y protestantes (acérrimos enemigos). ¿Por qué usaron de himno esta bananarola? Simple: era la única canción que todos se sabían la letra.

El cine no se quedó corto a la bananamanía. Durante la historia del cine mudo no se cansaron de utilizar la cáscara del plátano como herramienta para la broma contundente. Como no, las resbaladas, las patitas en el cielo y el costalazo de hombres y mujeres por igual era un chascarrillo triunfador, inagotable y a prueba de todo. Sin embargo, la bromilla tenía un antecedente real: conforme la banana ganó popularidad en la sociedad, también se convirtió en una amenaza, principalmente en las ciudades. En 1907, la neoyorkina Anna H. Sturla se resbaló con una cáscara de plátano al abordar un ferry. Exigió una compensación de $250 dólares para hacerse la operación que le causó el accidente. La aseguradora le dio $150, una cantidad bastante considerable para la época, que no se comparó con los $500 dólares que le habían dado antes, cuando Miss Sturla se resbaló con otra cáscara de banana en la estación de tren en 125th Street y Park Avenue. Para no hacer el cuento largo: en cuatro años Miss Sturla recibió $2,950 dólares (¡una verdadera fortuna!) en compensación por 17 accidentes que tuvo durante cuatro años, 11 de ellos causados por la piel de alguno de nuestros falosos contertulios.

Anna H. Sturla y la banana
Imagen: Noticias Yahoo.

Esto era causado por dos elementos que sucedían entonces en las calles de las urbes norteamericanas. El primero era que el banano era tan popular y artículo de todos los días, que los vendedores de comida ambulante también usaban sus cáscaras como “envoltorios sanitarios” (¿alguien dijo tamal?). Claro, una vez usado éste era aventado a la calle. Entonces las páginas de los periódicos comenzaron a resaltar los cada vez más seguidos accidentes relacionados con los resbalones por culpa de las cáscaras de banana: La cáscara de plátano causa la muerte, se lee en un encabezado del Times, en 1914, describiendo cómo un trabajador de una fábrica resbaló y cayó a la calle, donde un camión le pasó encima (emoji chimuleo sonriendo). El segundo elemento a considerar es que en ese entonces cualquier ciudad, más en Estados Unidos, era en sí un basurero con patas. Hoy si vamos caminando por la calle y vemos frente a nosotros en el piso un objeto amarillo podemos decir que se trata o de un condón de sabor tropical, una tanguita colombiana, una camiseta del América o una cáscara de banana. No en aquél entonces, amigos, donde la inmundicia literalmente llegaba a inundar dramáticamente las calles de todas las ciudades, esto aunado a la falta de luz en las calles.

Chaplin y platano
Foto: Silent Locations.
Chaplin y platano

El plátano comenzó a asociarse con imágenes sexuales y racistas desde el comienzo de su historia popular. Canciones como Nunca he visto un plátano derecho, del dúo Happiness Boys, o Una banana adentro de tu canasta, del blusero Bo Carter (que en realidad se llamaba Armenter, ¡qué bueno que lo dejó en Bo!), fueron verdaderos hits del momento en las primeras décadas del siglo. Hacia 1944 la UFC para sus anuncios creó su “mascota”, una caricatura de una mujer guapa y más buena que faltar a clases en lunes llamada Miss Chiquita… sensación garantizada. Mientras tanto un año antes la película La dama del sombrero Tutti-Frutti (1943) se convirtió en la primera en presentar esas coreografías espectaculares, muy de la época, donde vemos bailarines montados en gigantescos plátanos, en tanto la exótica y eternamente positiva actriz Carmen Miranda, de origen portugués, cantaba y se contoneaba portando un exagerado sombrero de frutas enorme, mismo que se convirtió en su sello personal. Ella fue de las primeras actrices en usar dentro de sus bailes sensuales plátanos gigantes con plena connotación sexual.

Carmen Miranda The Lady tutti frutti hat
Foto: Pinterest.
mal de Panamá en los plátanos
Mal de Panamá (Foto: BBC).

El plátano tiene más de mil variedades, siendo el más comercializado el que comemos todos, la variedad llamada Cavendish, un fruto robusto de gran sabor, genéticamente idéntico en cualquier parte del mundo. Sin embargo, como el banano es estéril, desgraciadamente siempre ha sido presa fácil de malditas plagas. Por eso el delicioso Cavendish se considera en peligro de extinción desde el 2016, cuando le cayó no el chahuistle, sino el abominable Mal de Panamá, un hongo jijodeuta (fosarium axysporum) que si yo fuera Papa ya lo hubiera excomulgado. Este degenerado y perverso fue el culpable de borrar de la faz de la Tierra hacia mitades del siglo XX la variedad de banana que se consumía antes del Cavendish, la Gros Michel, y desde entonces no ha parado, ni va a parar.

Piénselo un momento, por favor: ¿¡En serio queremos un mundo sin bananas!?

Comentarios a australiager@gmail.com


Referencia:

Selser, Gregorio (2001) [1994]. Cronología de las Intervenciones Extranjeras en América Latina (1776-1945). México: coedición de las universidades Nacional Autónoma de México, Obrera de México, Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco y de Guadalajara.

Más columnas del autor:
Todas las columnas Columnas de

4 respuestas a “Justicia a la banana (Segunda parte)”

    • Mil gracias por leerme, estimado Luis Enrique, y tomarte el tiempo de dejarme tu excelente nota!
      ¡Por favor!, me encantaría escuchar esa súper canción ¡¡en una pianola!!, gúau!!
      Recibe un abrazo por favor y lo mejor para ti y los tuyos en estas fiestas!

Deja un comentario

Lo que opinan nuestros lectores a la fecha