¡Mi reino por una cochinilla!
Gerardo Australia

Historias para recordar

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Los principales centros manufactureros de textiles de lujo de Europa, no aceptaban más que grana cochinilla mexicana para sus productos.

Imagen: Ciencia UNAM.
Imagen: Ciencia UNAM.

Lectura: ( Palabras)

A mediados de 1520, antes de que Cortés y su pandilla bailaran jotas aragonesas en la cabeza de los aztecas, el rey Carlos V escribió al conquistador urgiéndole información sobre un nuevo tinte de alta calidad, llamado grana cochinilla, el cual se cultivaba en abundancia por estos lares. Si el mismísimo emperador se dignaba a escribirle a don Hernán, era indicación de que aquella cosa debía valer su oro en Europa.

Y en efecto, así era. Sin embargo, dice el doctor en historia Carlos Marichal, “ningún estudio se ha explicado a fondo las causas por las que esa materia prima tuvo una demanda tan notable y sostenida en Europa durante siglos”.[1]

Ésta es una de las razones del porqué sabemos poco que la grana cochinilla, después de la plata, fue el producto de exportación más importante de la colonia mexicana por trescientos años, y aún después de la Independencia, hasta la década de 1870.

Algunos se preguntarán ¿qué diablos es la grana cochinilla? (el sabiondo por la derecha, gracias…). Se trata de un colorante natural de origen prehispánico, que se obtiene de la vieja y conocida cochinilla, esos animalitos que se hacen bolita y crujen retebonito cuando los aplastas. En náhuatl se les llamó nocheztli (“sangre de nopal”) y en mixteco ndukun (“insecto sangre”).

grana cochinilla bichos
Imagen: Pinterest.
grana cochinilla
Imagen: Biblioteca Central del Estado de Hidalgo.

Precisamente este bichillo (Dactylopius coccus) se llama grana chochinilla, derivado del latín coccina (cochinilla), utilizado para referirse a los fuertes colores rojos producidos por ciertos insectos que, ya secos, se les llamaba grana (pl. de granum: “grano”). El insecto en sí es una plaga del nopal, planta abundante en nuestro país. Las hembras de la especie poseen un ácido carmínico (color rojo intenso), utilizado como mecanismo de defensa contra sus depredadores y sus peores enemigas, las hormigas (entre mujeres te verás). El macho, como era de esperarse, es un huevonazo que sólo vive apenas una semana, en la cual sólo se le utiliza para procrear (la historia de mi vida).

El furor por este tinte en Europa, el cual por su complicada mano de obra era muy trabajoso de producir, comenzó a partir del siglo XVI. La demanda puso a chambear a miles de familias indígenas, en particular de la región de Oaxaca, donde se dio en específico este fenómeno económico que cubrió durante siglos hasta un 90% del mercado en Europa.

El largo y duro proceso de trabajo para la obtención del tinte comenzaba con la necesidad de plantar y cuidar cientos de hectáreas de nopales, ya que la cochinilla se alimenta de sus hojas. El indígena mexicano era famoso por el sorprendente cuidado que ponía en la crianza de las cochinillas. Una vez recolectadas, o se dejaban morir lentamente secándose al sol, o se ponían en agua hirviendo, o se les metían en hornos de piedra. Una ves desecadas se extraían el tinte, con el cual se hacían unos como ladrillos, llamados zurrones, que se mandaban al puerto de Veracruz, para de ahí embarcarlos a España.

Ahora bien, ¿cómo no iba a ser tan caro el mentado producto, si para lograr apenas 1kg se requerían 140,000 cochinillas, con lo que se obtenía aproximadamente 50g de tinte? (¡Salchichas!, vuelvan a meter a la abuela al refri).

codice Laud, cochinilla

Cabe mencionar que desde la época de los romanos los colores fuertes, como el púrpura o el índigo, estuvieron asociados con las élites sociales por su simbología y tradición milenaria. En el ejército romano, los oficiales de rango ilustre usaban el rojo como símbolo de poder, pureza y grandeza. Por lo mismo, no fue raro que la Iglesia Católica (extensión y copia del aparato político romano), ya convertida en religión oficial, asimilara esta costumbre, extendiéndola a las cortes europeas importantes. Así fue como desde la Edad Media el color rojo carmesí-escarlata, por su simbología y precio, quedó reservado para el uso exclusivo de curas y gente de alto pedorraje: “La grana cochinilla se usaba como tinte en las telas más finas que usaban los papas, príncipes, nobles, militares y habitantes acaudalados de casi todas las ciudades y pueblos europeos”, comenta Marichal.

Ya desde el siglo XIV se producían telas color de este tipo de tono, pero el proceso de teñido (llamado quermes) era una verdadera monserga y requería de una habilidad artesanal extraordinaria. De ahí que sólo los megaricos usaran ropas de este color:  

“(…) está el caso del recuento del guardarropa de Enrique VI de 1438-1439, en el que las ropas de color escarlata más baratas costaban más de catorce libras esterlinas, una suma enorme en la época, si se toma en cuenta que si un albañil entonces ganaba seis peniques al día, habría tenido que gastar el salario de dos años y nueve meses para comprar solamente una de ellas (…) En 1440, por esa misma cantidad de dinero, se pudo haber comprado los siguientes artículos en el mercado de Amberes: aproximadamente 2,720 kilogramos de queso flamenco u 850 kilogramos de mantequilla o 22,000 arenques ahumados o 1,100 litros de vino del Rin de buena calidad”. (¡Joder!, mejor saquen a la abuela del refri).

Otro motivo de la gran solicitud de este producto era su asombrosa durabilidad, sobre todo cuando era aplicado en lana o seda. Esto ayudó a que su demanda, pese al costo, siguiera en aumento durante el siglo XVI, sobre todo en Italia, Inglaterra, Flandes y Francia.

Las hiladeras de Diego Velazquez
“Las Hiladeras” de Diego Velázquez.

A partir de la década de 1530, nuestro querido bicho mexicano conquistó el mercado de la tintura en Europa, pues “poseía de diez a doce veces las propiedades de teñido del quermes; asimismo, producía colores muy superiores en brillantez e inalterabilidad”, Marichal dixit. Desde entonces y hasta la mitad del siglo XIX, los principales centros manufactureros de textiles de lujo de Europa, entre ellos, los de Segovia, en España, Suffolk, en Inglaterra, Florencia, Milán y Venecia, en Italia, Ruan, Malinas y Lyon, en Francia, y varios otros centros en Flandes, no aceptaban más que grana cochinilla mexicana para sus productos.

A fin de cuentas, aquello de los “trapos collollallos” era un negociazo redondo. No en balde las grandes casas mercantiles y la elitista banca europea le entraron al juego con singular alegría, como lo hicieron con el negocio y la especulación de otras materias primas de gran valor y poco peso (factor bien importante a la hora del transporte), como la pimienta, las especias, el alumbre o los metales preciosos.

Como siempre uno pensaría que aquí en México los ganones fueron los españoles-criollos. Pues sí, pero también, como dice Marichal, “el régimen colonial español puso en práctica gradualmente una compleja estructura de incentivos con el propósito de que la especialización en la producción de cochinilla fuese atractiva para los campesinos oaxaqueños”. De esta manera los altos precios del maravilloso bicho permitieron a la familia indígena oaxaqueña tener ingresos fijos nada despreciables, que además complementaban con la venta de telas de algodón coloridas en los famosos y grandes mercados de la región. Por otro lado, también existió, hasta 1787, un sistema de repartimiento muy eficaz, que operaba de esta forma:

“Los principales mercaderes de la ciudad de México adelantaban fondos a los mercaderes oaxaqueños, quienes, a su vez, proporcionaban crédito a los alcaldes mayores de las ciudades y pueblos de Oaxaca; y estos últimos, a su vez, prestaban dinero a los campesinos para que pudieran plantar nopales o para cubrir su sustento hasta que pudieran cosechar y vender la grana cochinilla. A cambio de los fondos adelantados que recibían, los campesinos acordaban devolver los créditos a los alcaldes mayores con grana cochinilla a un precio fijo (inferior al precio internacional corriente) y, al mismo tiempo, aseguraban la entrega del tributo anual exigido por la Corona”.

cochinilla rojo tinte
Jean Du Ries, “Tintoreros tiñiendo un manto rojo” (Imagen: Revista Arqueología Mexicana).
Anónimo, Tintorero
Anónimo, “Tintorero”, 1575, Alemania; Digitalización Raíces (Imagen: Revista Arqueología Mexicana).

A principios del siglo XVII medio kilogramo de grana cochinilla mexicana costaba entre cuatro y seis pesos de plata en promedio. Para darnos una idea, hagamos una comparación: entre 1610 y 1620 una arroba (medida de 12 kilogramos) de grana costaba sesenta veces más que una arroba de azúcar, producto sumamente cotizado en la época.

Ya en el tercer tercio del siglo XVIII la producción anual alcanzó un promedio de 36,900 arrobas, que produjeron más de dos millones de pesos de plata por año a los productores y mercaderes locales. Sin embargo, de ahí vino un descenso pronunciado a causa de una sequía tremenda que azotó la región y dos fuertes epidemias, entre 1784 y 1785, que se llevaron a más de 300,000 cristianos y no cristiano en la Nueva España.

Después de nuestra Independencia, en 1821, otros países, como Guatemala y Haití, comenzaron a cultivar con éxito la grana cochinilla, terminando así con el monopolio español, cuyo aparato gubernamental y burocrático ya estaban en plena decadencia. La estocada final llegó a mediados del siglo XIX, con el golazo de los alemanes al presentar al mundo sus avances en la industria química, que fueron sustituyendo poco a poco los tintes naturales de manera sintética.

En fin, pocos colores son tan distinguidos y se distinguen tan fácilmente de los demás como el rojo, sobre todo cuando viene en su presentación sangre.

grana cochinilla
Obra de Utagawa Hiroshige III (Imagen tomada de Revista Travesías).
Utagawa Hiroshige III
Utagawa Hiroshige III, Japon (1842-94) (Imagen tomada de Letras Libres).

Comentarios a: australiager@gmail.com


[1]. De la plata a la cocaína. Cinco siglos de historia económica de América Latina, 1500-2000. Carlos Marichal, Steven Topik, Zephyr Frank (coordinadores). Ciudad de México. El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, 2017.

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6 respuestas a “¡Mi reino por una cochinilla!”

  1. Gerardo, como siempre es impresionante lo bien documentados que están tus artículos y la magia que ejerces al convertir temas tan simples en una agradable, culta y divertida experiencia. MUCHAS GRACIAS y FELICIDADES

  2. Cuando estaba en la Universidad ( años atrás jejejj ) estudiando artes graficas , aprendí a hacer Washi, papel con la técnica Japonesa ,convertido en arte , utilizamos tinte de cochinilla para los colores del papel, ese fue mi primer contacto con el producto, pero ni los mas doctos , profesors, de dicha institución, ( y no era universidad patito ) me enseñaron tanta información y tan valiosa , como la que Ud, me regala querido Maestro Australia , abrazo

    • Qué motivacional comentario!!!, estimado y querido Pedro, le agradezco mucho tomarse el tiempo de leerme y escribirme. Nuestro México está pero repleto de estas fantásticas historias que se desconocen y que por lo mismo vale mucho la pena estudiarlas y darlas a conocer.
      Un abrazo grande!!

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