EGO 3.3.3
José Elías Sahab

De todo y de nada

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Era una mañana soleada de agosto cuando, en el Centro Internacional para el Estudio del Ego, se desarrolló una plática muy interesante entre un alumno que iniciaba sus estudios universitarios y un sabio maestro que ya llevaba años dando clases en esa prestigiada institución.

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#Ego

Era una mañana soleada de agosto cuando, en el Centro Internacional para el Estudio del Ego, se desarrolló una plática muy interesante entre un alumno que iniciaba sus estudios universitarios y un sabio maestro que ya llevaba años dando clases en esa prestigiada institución.

 

El alumno, al llegar al salón, sacó sus cosas y esperó a que el maestro le entregara los libros que verían en ese primer curso. Cuando vio el título que decía “EGO 3.3.3” pensó que el maestro se equivocaba y le había entregado los libros para un curso más avanzado, por lo que alzó la mano y le dijo:

―Profesor, creo que me ha dado un libro para el tercer curso y no para el primero.

El profesor lo miró y sonriendo le respondió:

―Está bien el título. Se explica por sí solo. ¿Cuántas letras tiene la palabra ego?

Ahora el alumno estaba más desconcertado con la respuesta, de manera que decidió seguir preguntando:

―Maestro, ¿por qué se le llama ego?

El maestro volteó a ver al resto del salón y se dio cuenta que sólo se encontraban su alumno y él. Nadie más. Fue así que decidió entonces darle algunas respuestas que sin duda el alumno no esperaba.

 

El maestro se sentó cómodamente y le manifestó a su solitario alumno:

―Si me has preguntado por qué le llamamos ego al ego, es porque conoces qué significa ego, ¿o no?

―Así es maestro ‒respondió el alumno‒ ego, según la raíz latina, significa “yo”.

―Exacto. Sin embargo, no hay nada más alejado del “yo” que el ego ‒dijo el maestro‒ y creo que la mejor forma de explicarlo es diciéndote que el ego está ahí para que dejes de ser “tú”. El ego es ese ente que todos tenemos, que nos aleja de ser quienes realmente somos.

―Y ¿qué somos maestro?

―Seres maravillosos llenos de luz. Pero siempre vemos lo que manifiesta el ego, que es nuestro verdadero oponente. Ego tiene tres letras. Usando esas letras podemos claramente descubrir lo que realmente es el ego. La “E” se describe muy bien con las 3 siguientes palabras, que siempre se entrelazan:

1.    El Ego es Egoísta. Toda actividad del ser humano que sea motivada por el ego tiene un interés, ganancia o beneficio por su acción. Es entonces en beneficio no del ser humano sino del ego. Éste siempre es el oponente del ser.

2.    El ego es Emocional. En la mezcla de la emoción y el egoísmo el ego crece y pareciera que ésa es la persona. Las emociones son maravillosas mientras lo que las motive no sea el ego.

3.    El ego es Estúpido. Suena fuerte, pero usando la connotación de la Real Academia Española, un estúpido es aquel “necio, falto de inteligencia”. Y no, no hay nada más acertado que esa descripción para hablar del ego. Porque por muy listo que se crea, el oponente (ego) nos puede gobernar un tiempo, pero a la larga siempre le ganaremos la partida y así evolucionaremos como seres humanos. Entre más observemos a nuestro ego como algo externo a nosotros, en vez de pensar que somos nosotros mismos, más lo combatimos y entonces esa necedad del estúpido desaparece.

Luego sigue la “G” ‒continuó el maestro mientras el alumno revisaba lo que había apuntado‒. Al igual que en la E, la G es muy descriptiva de las conductas del ego. He aquí 3 ejemplos:

1.    El ego Guarda. El verdadero yo no aparece cuando el ego está presente. Está guardado batallando por salir. No se ven las personas como son, sino como el ego quiere que las veamos. En la medida en que dejamos de guardarnos por el ego y somos nosotros mismos, somos entonces más felices.

2.    El ego Grita. Quiere darse a conocer y entonces es ruidoso. Quiere ser el centro de atención y grita lo bueno que hace, grita los problemas que tiene, grita los logros propios y grita los fracasos de los demás. En la medida en que ni sobredimensionamos lo bueno que hacemos o somos, ni juzgamos a todo mundo, ni nos ponemos como víctimas, en esa medida hacemos que nuestro ego desaparezca y, de nueva cuenta, somos más felices.

3.    El ego da ínfulas de Grandeza. Hace que pensemos que somos más que los demás. Nos hace vanidosos y nos llena de frivolidades dejando un vacío en nuestras consciencias. Otra vez, ser grande es maravilloso mientras esa grandeza venga derivada de quiénes somos en realidad y no en lo que el ego apunta que somos.

 

―Hasta aquí, ¿todo claro? ‒preguntó el maestro al alumno‒.

―Es interesante su forma de explicar el ego, maestro, ‒contestó él alumno‒; me imagino que ahora me explicará la última letra.

―Así es ‒respondió el maestro, al mismo tiempo que escribía en el pizarrón la palabra “Origen”‒.

―¿Es esa la primera de las 3 palabras con “O” que describen al ego? ‒preguntó el alumno mientras leía el pizarrón‒.

―De hecho, es la tercera ‒respondió el maestro‒. Te explicaré aquellas manifestaciones del oponente que se derivan de la letra “O”:

1.     Al ego le gusta Obcecar. Claramente el ego llega a nosotros para confundirnos, cegarnos y ofuscarnos de lo que es nuestra esencia y quiénes somos. Eso es claramente lo que significa ser obcecado. En el ejercicio de ser más conscientes dejamos atrás esa obcecación y somos más claros y lúcidos en entender esa luz que es nuestra naturaleza.

2.    Al ego le gusta la Oscuridad. El ego nos aleja de la luz. Nos oscurece la claridad de pensamiento y nos confunde. No nos dice la verdad oscureciendo el panorama. Al ser más honestos con nosotros mismos y con los demás, al hacer las cosas motivados por amor y no por miedo, dejamos sin alimento al ego y lo secamos.

3.    El ego es Origen, como lo apunté en el pizarrón. Origen de todos los conflictos, desde una discusión de pareja hasta las grandes guerras. Origen de las traiciones, venganzas, robos, homicidios y abusos de cualquier naturaleza. Origen del racismo, de la burla y de la imposición. Origen de la deslealtad, la infidelidad y la apatía.

 

En este punto, el alumno abría los ojos impresionado. Alzó la mano para interrumpir al profesor.

―¡Profesor, profesor! ‒dijo exaltado el alumno‒, por como describe al ego, ¡parece que fuera el mismísimo diablo!

―Mira muchacho ‒dijo sorprendido el maestro‒ ¡qué buena forma de resumirlo! Si entendemos que el ego es precisamente “el diablo”, nos daremos cuenta que no es lo que somos. Nadie en su sano juicio diría que él o ella es “el diablo”. El oponente, o diablo, o ego, está ahí precisamente para hacernos creer que las personas son todas esas cosas de las que hemos hablado. Ésa es su chamba. La buena noticia es que nosotros somos luz emanada de Dios y eso hace que la frase “pobre diablo” cobre sentido. Somos mucho más que nuestro ego. En la medida en que seamos menos juiciosos, más colaboradores, más solidarios, compasivos, generosos, educados, respetuosos, amorosos y constructivos, más nos llenamos de luz y al ego lo hacemos chiquitito. Cuando en nuestra vida cotidiana vamos construyendo valor en vez de destruyéndolo, hacemos al oponente a un lado y florece el verdadero yo.

 

Con eso concluyó su diálogo el maestro con el alumno, tomó sus cosas y procedía a salir del salón cuando el alumno lo alcanzó en la puerta y le dijo:

―Gracias por sus respuestas profesor. Ahora entiendo el título de su curso. 3 letras, 3 explicaciones para cada una de las 3 letras.

―No hay nada que agradecer ‒dijo humilde el profesor‒, lo importante no es el título. Múltiples letras, números y palabras se podrían utilizar para describir al ego. Lo que importa es que siempre seamos conscientes que lo podemos combatir porque es algo externo a nosotros.

―Sí profesor, ya entendí y creo que la mejor forma de hacerlo se resume en 3 palabras, para seguir con su juego de 3.

―Y ¿cuáles serían esas palabras? ‒replicó el maestro sonriendo‒.

―La mejor forma de combatir al ego es: CON MUCHO AMOR.

 

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