Hace poco, una colega me contó su experiencia en un encuentro cercano con el lenguaje médico. Los médicos están inmersos en su propio campo de experiencia, por lo que abundan los casos en los que su lenguaje especializado los aleja de sus pacientes y sus familias. A continuación, su historia.
“Llevo ya casi 6 años asesorando a las empresas sobre Lenguaje Claro. Gracias a ello pensé, con soberbia quizá, que mi mente estaba ya lo suficientemente entrenada como para “traducir” cualquier tipo de información a un lenguaje claro, pero en estos meses me topé con el peor muro de palabras con el que una pueda estrellarse: el lenguaje médico.
Mi padre, el hombre al que más admiro, quiero y respeto en esta vida, estaba en el quirófano. Iban a hacerle una operación relativamente sencilla que no debería poner su vida en riesgo, ni llevar más de un par de horas.
Luego de mucho más tiempo del pensado, un doctor sale de la sala y nos da el informe: ―[…] grave peligro […] órgano perforado […] complicaciones […] riesgo de muerte […] extirpamos […] seguirá en observación.
¿Ves esos huecos? Son todas las partes de su discurso en el que el médico mencionó términos técnicos que mi mente, ignorante ante los mismos y abrumada por la situación y las palabras “riesgo de muerte”, no pudo procesar. De forma que lo que empieza como un informe médico, se convierte en un sonido lejano e incomprensible.
Se disparan de inmediato todas las señales de alerta que mi cerebro puede producir, el corazón y la respiración se aceleran, las manos y piernas tiemblan, los ojos se llenan de lágrimas, surge una sensación de mareo y un nudo en la garganta y mi cuerpo no sabe si salir corriendo para verlo en el quirófano o quedarse anclado en el suelo de la sala de espera. Lo único que logro decir es: ―¿Y eso qué significa, doctor, mi papá va a estar bien? El doctor me mira incrédulo, me acaba de explicar lo que le pregunté, pero el muro de tecnicismos se ha levantado entre nosotros.
Poco a poco, luchando contra la premura del doctor por retirarse a descansar y echando mano de mi mente entrenada para hacer preguntas que desenredan un mensaje, logro entender que la operación de mi papá se complicó, que lo que de inicio iban a hacerle no era suficiente, que la única solución médica posible (la cual le salvó la vida) le dejará secuelas importantes en cuanto a su calidad de vida, y que fuimos muy afortunados de que todo el equipo de personas que estaban en ese quirófano reaccionara rápida y acertadamente.
Éste es un ejemplo en el que el consenso médico fue inmediato, pero hubo momentos en los que diferentes especialistas tenían opiniones distintas sobre los pasos a seguir. ¿Operar o no operar? ¿Hacer un estudio u otro? Te lanzan todas estas preguntas y te hunden como un torbellino mientras tu ser querido se debate entre la vida y la muerte y lo único que deseas con todas tus fuerzas es que le ayuden a ganar esa batalla.
Hoy, mi papá está mejor y en proceso de recuperarse. No hay palabras o actos que me alcancen para agradecerle a sus médicos por salvarle la vida. Sin embargo, no puedo evitar revivir aquellos momentos en los que me dieron informes y en los que vi cómo daban informes a otras familias.
La reacción de los familiares de pacientes por lo general es igual que la mía: un gran signo de interrogación pintado en el rostro. Sin importar el estrato social, el nivel de escolaridad, la profesión u oficio, a todos nos pasa lo mismo en mayor o menor medida.”
Igual que en otras profesiones, los médicos necesitan un alto grado de especialización, su formación requiere que conozcan y dominen los tecnicismos necesarios para abordar su trabajo. Sin embargo, existe también el otro lado de la moneda: la enorme distancia entre el médico y el paciente, y las emociones negativas que ésta puede generar.
Para alguien que no suele tener vidas en sus manos, es complicado imaginarse lo difícil que debe ser enfrentarse a estas situaciones. Es probable que, al lidiar con tales niveles de responsabilidad, la mente humana levante ciertas barreras para protegerse y continuar con el arduo trabajo de tomar decisiones de vida o muerte. Pero ¿hasta qué punto esto debe permear hacia los pacientes y familiares?
Como ya he mencionado antes en este espacio, las palabras tienen poder y el contexto que rodea a las palabras es igual de importante. Estar enfermo o esperar horas por el informe médico de un ser querido predisponen a las personas a un estado muy vulnerable, en donde crear un vínculo, empatizar y mostrarles compasión se vuelve indispensable, en especial cuando el mensaje a entregar es negativo, o en el peor de los casos, irremediable.
Los médicos no son, lamentablemente, los únicos profesionistas con un lenguaje que los aleja de sus clientes. Los abogados, los ingenieros, los contadores también tienen lo suyo. Sin embargo, el impacto de la distancia en la relación médico-paciente es particularmente pernicioso.
Espero que en el futuro encontremos la cura para la enfermedad de la mala comunicación y la falta de empatía. Mientras tanto, no renunciemos a nuestro derecho a entender y hagamos las preguntas que sean necesarias para tener la mayor tranquilidad posible en estas circunstancias difíciles.
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