Insistir en que está en nuestras manos ayudar a contener esta enfermedad no sobra, aunque termine en una plegaria.
Como son terrenos nunca antes explorados, existe una desconfianza natural en la mayoría de las personas a ofrecer sus ubicaciones de manera voluntaria.
Una de las obligaciones de los gobiernos es congregarnos y establecer los parámetros para que nos organicemos con ellos.
Esta percepción hace que las personas no consideren alarmante el número de decesos anuales por cáncer y por afecciones cardiacas.
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