La emoción desbordante desde las alturas

La inauguración del cablebus generó un furor en los capitalinos, a quienes no les importó esperar una hora en fila bajo la lluvia para subirse y disfrutar de las hermosas vistas que te ofrece el servicio desde las alturas.

Fotografía: Voces México
Fotografía: Voces México

Michael González

Lectura: ( Palabras)

Guadalupe observa asombrada el pasar de los cablebuses, parece no creer que un transporte de ese tipo sirva a la ciudad que le vio nacer. Una sonrisa se le dibuja en el rostro mientras avanzaba la fila 

¨Me recuerda a uno que me subí en Ecuador, está bien padre éste que hicieron acá¨, dijo mientras tomaba fotos a las cabinas que se paseaban por el recorrido.

La emoción que desborda un nuevo transporte
Fotografías: Michael González/Voces México

Como si se tratara de un atractivo turístico, cientos de personas llegaban a formarse continuamente a la estación de Indios Verdes, maravillados con el paso ininterrumpido del teleférico que llega hasta Cuautepec, en la alcaldía Gustavo A. Madero.

Hubo unos que, extrañados por la presencia de tantas personas en un contexto de pandemia y ascenso de casos, se unían al escuchar que el servicio era gratis este domingo y que a partir del lunes 12 empezaría a cobrar 7 pesos por pasaje. 

¨Vengan, aprovechen que hoy va a estar gratis, ya mañana pagas siete pesos¨ dijo alguien en la fila, invitando a más personas a formarse en la larga fila que salía unos 300 metros de la estación. 

Guadalupe, acompañada de su esposo y cuñados, decidió visitar el cablebús ¨para distraerse un rato¨, para pasar un domingo diferente en familia. Vienen desde El Arenal, una colonia de la alcaldía Venustiano Carranza, muy cerca del Estado de México.

No le importó esperar una hora de fila para subirse al flamante teleférico – el más grande de América Latina – ni tampoco la lluvia que azotó a la ciudad la tarde del domingo, estaba decidida a subirse, y no iba a dejar que ni la naturaleza se lo impidiera.

Mientras avanzaba la fila, y llegaba el momento de entrar a la estación, su emoción empezaba a desbordarse. Con fuerza, agarraba los brazos de Rafael – su esposo – mientras le decía ¨ya mero nos toca¨. 

En la estación de Indios Verdes hay dos entradas que te llevan al cablebús. Una que se encuentra en la terminal de autobuses – muy cerca del metro –. Y la segunda sobre la Calzada de Ticomán. 

En esta última, el tiempo de espera, a pesar de ser de 60 minutos, fue mucho más rápido que para quienes ingresaron por la primera entrada. Con cara de desanimo, algunos chillaban ¨llevamos como hora y media acá¨, mientras observaban la larga fila de personas que tenían por delante. 

Al pasar los torniquetes, entre varias personas, muy bien organizadas, indicaban a los pasajeros cuál cabina debían de abordar. Por temas de pandemia y Sana Distancia, sólo dejaron abordar a un máximo de seis personas, aunque la capacidad máxima es de 10. 

La emoción que desborda un nuevo transporte
Fotografía: Voces México
La emoción que desborda un nuevo transporte
Fotografía: Voces México

Ya dentro, parece que estás flotando – como si repentinamente te dieran el don de poder volar – y cuando menos te lo esperas, ya estás por los cielos de una de las metrópolis más grandes del mundo.

Las vistas son verdaderamente un espectáculo, todos los que se subían no dejaban de fotografiar el paisaje que les permitía tener ese lugar privilegiado. ¨Mira hacia allá, mira hacia ese otro lado¨ eran las frases que resonaban en la cabina. 

La emoción que desborda un nuevo transporte
Fotografía: Voces México

Quizás la lluvia arruinó un poco la fiesta, cuando el fenómeno atmosférico se intensificó nubló el vidrio y aquellas hermosas vistas sólo estaban detrás del cristal, pero dificultaron más la tarea de poder sacar una buena fotografía. 

¨Ya no podemos ver nada¨, dijo con queja una pasajera con el teléfono en mano que se quedó con las ganas de retratar más momentos que quedarían en su recuerdo o, al menos, en su aparato personal para rememorarlo cada vez que quiera. 

La emoción que desborda un nuevo transporte
Fotografía: Voces México

Los trayectos entre estación son de entre 8 y 10 minutos, pero no se hacen largos. Cada vez que uno observa algo nuevo, el arribo a una estación choca con el paisaje y se debe ser paciente para volver a estar en el cielo. 

´Juancito´ – como le decía su tío que lo acompañaba – completamente subido al asiento no creía que pudiera ver toda su comunidad desde el cablebús. 

¨Allá está la casa tío, porque por acá está la iglesia¨, expresó felizmente juancito, que andaba con los ojos bien abiertos, atento para identificar algún otro punto de su colonia. 

Pero, por un momento, el pánico invadió la cabina. Después de haber salido de la estación Ticomán y rumbo hacia La Pastora, el transporte se detuvo y hubo un silencio sepulcral por unos segundos.

A través de una pequeña bocina, instalada en la puerta de la cabina, una voz tenue se alcanza a escuchar: ¨Estimados pasajeros, en breve reanudaremos el servicio¨. Luego, un mensaje pregrabado irrumpió en la cabina.

¨ATENCIÓN, la instalación se ha detenido por causas operativas, en breve se restablecerá el servicio¨. 

Aquel mensaje se repitió, uno tras otro, ocho veces. Luego de eso, el silencio volvió a gobernar. Solo las gotas de lluvia golpeando contra el cristal se hacían notar. 

Cerca de 5 minutos después, el servicio se reanudó y la sonrisa le volvió a ´Juancito´, como si nada hubiese pasado y siguió observando detalladamente las casas que cada vez se hacían más pequeñas. 

Al llegar a la estación preguntó desesperadamente: ¨ ¿Podemos seguir acá tío? Es sí me está gustando¨. Rafael – como se llamaba su familiar que le acompañaba – le respondió positivamente, pero debían bajar para tomar la otra dirección y así ¨no irse tan lejos¨.

La emoción que desborda un nuevo transporte
Fotografía: Voces México

Tras recorrer varias estaciones y de regreso en Indios Verdes, pregunté sobre el peso que podían soportar las cabinas. Un operador – quien te ayudaba a salir de la cabina, en caso de necesitarlo – respondió con un poco de duda: ¨Yo creo que como unos 700 kilos¨. Otro, que te indicaba qué salida debías de tomar, directamente no supo responder. 

Como dice el dicho ¨a la tercera va la vencida¨, la tercera persona que pregunté – la encargada del ingreso ordenado a la estación en la entrada de la terminal de autobuses respondió con mucha seguridad: ¨Estos te vienen aguantando más de una tonelada¨.

Pero fue más allá en la explicación, dijo que durante la semana realizaron pruebas con costales de grava para probar la resistencia de las cabinas: ¨Les ponían costales de grava y ahí veían cómo iba, pero sí le pueden meter como una tonelada y no pasa nada¨, comentó al final.

Las largas filas continuaron pese a la lluvia, la gente no iba a desaprovechar la oportunidad, aunque eso significara estar horas de pie para sólo estar unos minutos sobre el aire, la mayoría siempre mantuvo una sonrisa en la espera, la cual se les notaba por mucho que llevaran un cubrebocas puesto. 

Temas de interés:
Todas las columnas Otras noticias de

Deja un comentario

Lo que opinan nuestros lectores a la fecha