¿Y lo del Vita?
Gerardo Australia

Historias para recordar

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Las petacas que fueran, el tesoro que llevaba el Vita rumbo a Veracruz el 28 de febrero de 1939, según el enterado historiador, periodista, profesor y tertuliano Juan E. Pflüger, estaba calculado en más de 600 millones de dólares actuales.

Foto: La Razón.
Foto: La Razón.

Lectura: ( Palabras)

Resulta que, hacia finales de 1939, los republicanos españoles, que por entonces la pasaban enfollonados en su guerra fratricida, mandaron a México un yatezote atiborrado de joyas, lingotes, monedas, arte religioso y otras valiosidades para tratar de aliviar la situación de sus compatriotas exiliados y seguir la lucha acá, en las tierras donde el relajo es religión y la religión un relajo.

Años más tarde, a principios de los 60, el doctor Miguel Guzmán Peredo, montañista y buzo experto en lagos de alta montaña, buceaba en la laguna más grande en la cima del Nevado de Toluca (la del Sol), cuando de pronto se topó con unos objetos extraños, o más bien extrañísimos, porque en ese entonces los alrededores estaban desiertos y el hecho de trepar los 4,680 m de altura del Nevado era una verdadera odisea: “Encontré cajas de estaño semejantes a los cofres de seguridad que usan los bancos; pedacería de relojes antiguos, hasta un relicario”, comentó el doctor mientras daba una de sus pláticas sobre las reacciones del cuerpo humano después de sumergirse en aguas a miles de metros de altura, tema apasionante (si eres renacuajo en evolución). Al final de la plática se le acercó una persona: “Cuando yo era niño —le dijo—, en el año 45 o así, mi papá me llevó varias veces al Nevado de Toluca y le pagaba unos pesos a los campesinos, que se metían con el agua a la rodilla y sacaban piezas de máquinas de reloj y joyas, brillantes, rubíes y esmeraldas…”.[1]

Nevado de Toluca
Foto: México Desconocido.
tesoro del barco El Vita
Foto: El País.

¡Achis!, volved a subir a la abuela a la azotea…

Para cuando los republicanos españoles vieron su causa perdida ante las huestes franquista a finales de la Guerra Civil en 1939, ya venían “reuniendo” todos los recursos posibles para “ponerlos a salvo” del enemigo y poder seguir “financiando la lucha” (qué mal me caen las comillas, pero ni modo).

Claro, aquello de “reunir los recursos” (¡otra vez!), fue en realidad un enorme saqueo marca de aquí soy, que entre el torbellino social y político reinante se pudo hacer sin pisar alarmas, pues además iba disfrazado no sólo de causa política, sino también de ayuda humanitaria a favor de los prisioneros españoles en campos de concentración en Francia y Marruecos, más los exiliados en México.

Así, bajo las órdenes del controvertido Juan Negrín, presidente de gobierno de la Segunda República, se reunieron miles de joyas de depósitos privados del Banco de España y del Monte de Piedad de Madrid, lingotes de oro, monedas de valor numismático incalculable, pinturas, maravillosas colecciones de relojes, reliquias de la catedral de Toledo (como el manto de las 50,000 perlas), el joyero de la Capilla Real, un relicario con uno de los supuestos clavos de Cristo y hasta una valiosa edición del Quijote, entre otras cosas.

Hasta aquí ¡óle! Sin embargo, saltó a la vista un pequeño detalle importante: curiosamente nunca se hizo un inventario de todas las cosas. Si de causa política y humanitaria legítima y transparente se trataba, ¿por qué no se llevó a cabo? Por lo mismo, hasta hoy en día no se sabe a ciencia cierta cuánto se “perdió” en el camino, o cuánto se embarcó a México. Al sacar el caudal del país, unos dicen que iban 175 maletones, otros que 120 y los de gayola que 100, sabe.

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Las petacas que fueran, el tesoro que llevaba el Vita rumbo a Veracruz el 28 de febrero de 1939, según el enterado historiador, periodista, profesor y tertuliano Juan E. Pflüger, estaba calculado en más de 600 millones de dólares actuales.[2]

Pequeña pausa para hablar del Vita, barco de recreo con 62 metros de eslora e historia apasionante: de manufactura alemana y botado en 1931, se dice que el yate perteneció al rey Alfonso XIII con el nombre de Giralda. En su cubierta llegaron a enfiestarse (sí, don Alfonso era un jetsetero marchoso) personalidades como el káiser Guillermo II y otros jefes de Estado, celebridades y nenas de todos los volúmenes (sí, don Alfonso era de ojo retealegre). En 1934, un protoetarra de hueso colorado, Mario Gamboa, lo compró, pero al desatarse la Guerra Civil lo puso al servicio de los republicanos, quienes terminarían usándolo para trasportar la susodicha carga a México.

Después de su periplo español, el Vita formó parte de la marina norteamericana, interviniendo en la Segunda Guerra Mundial y protagonizando, en 1947 —con el nombre de SS Ben Hetch—, un heroico viaje al llevar a 600 supervivientes judíos de los campos de concentración alemán a Palestina. Reconocida la independencia de Israel, el yate fue incorporado a su armada con el poco vendedor y agraciado nombre de INS Ma’oz K-24. Al final fue adquirido por una compañía italiana que lo rebautizó con un mejor nombre, Santa Maria del Mare. Ahí lo usaron de ferry entre Nápoles y la isla de Capri, hasta el 2002. Entre los años 2008 y 2009 fue remodelado, regresándole su dignidad y calidad como yate de lujo y ahora descansa anclado en Nápoles.

Después de varias paradas en el camino, en donde se fue ordeñando el tesoro, el Vita por fin llegó e a Veracruz el 22 de marzo de 1939. Sin embargo, nadie se presentó a recibir el cargamento de manera oficial. El capitán, Enrique Puente, se puso irritable. No era para menos, después de todo, ¿qué diablos hacía un yate de lujo con bandera gringa y lleno de españoles frente a las costas mexicanas sin atracar en el puerto? No teniendo respuesta de las autoridades de España, Puente telegrafió al entonces embajador de la República Española en México, el líder socialista Indalecio Prieto, ¡archienemigo de Juan Negrín!

Indalecio Prieto y Juan Negrín
De izquierda a derecha, Juan Negrín (de blanco), Indalecio Prieto y el general Vicente Rojo (Foto: El Español).
Indalecio Prieto
Indalecio Prieto, Guerra Civil española (Foto: El Español).

Prieto habló directamente con su amigacho, el presidente Lázaro Cárdenas, quien enterado de los por menores del asunto, permitió “amablemente” el desembarco del petaquerío, y atentísimo hasta mandó personalmente un tren del Ejército para llevar tan preciado lote a la Ciudad de México (del moche después hablamos). Desde ese momento, Indalecio Prieto, bajo la sombra de su organismo JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), que pretendía contribuir al subsidio de los miles de exiliados y sostener la acción política republicana como oposición al gobierno de Franco, ejerció completo control sobre el botín. Cuestión de imaginarse el humor de Juan Negrín en España.

Ahora bien, una cosa es saberte de pronto multimillonario como dueño de un tesoro de esta clase y otra es cómo coños venderlo sin levantar sospechas de que sea trata de un botín que fue sacado del extranjero a escondidas. Como las joyas no se podían vender en su estado original, se compró una casa en la colonia Condesa (Michoacán, 64), donde se puso un taller para deshuesarlas. Con guardias armados se trabajaba en secreto; los trabajadores “tenían que llevar una bata blanca sin bolsillos y abotonada por detrás y llenarse de cera las uñas para evitar que sustrajesen polvo de oro”, comenta en sus memorias el escritor exiliado, Virgilio Botella Pastor.

De acuerdo con el periodista Carlos Carabaña, según los registros de venta, el oro, la plata y las monedas, gracias a la intervención personal de Lázaro Cárdenas, fueron vendidos al Banco Central de México a un precio bastante bajo, quienes fundieron todo el material. Las piedras preciosas se fueron con los joyeros internacionales Isidoro Lipschutz y Victor Urbach. El platino y otros materiales, con el joyero mexicano Ángel Mijares. Según las cuentas, se obtuvieron 8,5 millones de pesos mexicanos y unos 5,6 millones de dólares (entonces el dólar estaba alrededor de 5 pesos).[3]

tesoros barco el Vita
Foto: La Vanguardia.

Entonces, ¿qué hacer con todo lo sobrante, las cajas, la pedacería y las máquinas del taller? (recuérdese que eran más de cien maletas repletas de joyas). En ese momento el Nevado de Toluca y sus lagunas parecían una buena opción: cerca de la ciudad, pero de difícil acceso, las lagunas se creían profundas y que estaban conectadas al mar. ¿Quién iba a imaginar que años después el tal Cousteau ése iba a venir con sus hombres rana y demás aparatejos a revolucionar el buceo, ¡joder!?

Pues nada, con el dinero de la venta de todo, don Prieto y su pandilla, embriagados de ese espíritu comunista que tanto se respeta a la hora de los cocolazos, se sirvieron con la cuchara a lo grande y mantuvieron una vida de fifí marxista, si esto puede suceder. Siguieron ordeñando el tesoro para mantener a los de la élite de la JARE, que según esto mandaba mucho dinero a París para la causa (aunque los de París decían que sólo llegaban las cajetas y los frascos de mole). De ahí invirtieron en varios negocios y empresas en México, las cuales no tardaron en navegar en las natas de la bancarrota, y así se fue dilapidando la fortuna, no sin crearse en nuestro país una verdadera bronca entre los de la JARE, de Prieto, y los de la SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles), de Negrín, hasta que el gobierno de Ávila Camacho tuvo que intervenir para aplacar los boinazos. Retrospectivamente, quizás lo único bueno que salió del tesoro del Vita fue la creación del Colegio Madrid.

En resumen, todo apunta a que se trató de un crimen contra el patrimonio histórico y artístico de España y un verdadero saqueo de la propiedad privada de miles de españoles. Al final, escribe Botella, “el caso del tesoro del Vita demuestra el auténtico desatino y falta de escrúpulos con que los restos del gobierno republicano gestionaron el patrimonio propiedad del estado, vendido y malversado para hacer frente a las necesidades pecuniarias de la élite exiliada.”[4]

tripulación barco Vita
Tripulación que realizó la travesía con el tesoro del “Vita”, desde Francia hasta México (Foto: antonsaavedra).

Para leer más:

El tesoro del “Vita”: La protección y el expolio del patrimonio histórico-arqueológico durante la Guerra Civil.  Francisco García Alonso y Gloria Munilla. Publicaciones UBe, 2020.

Comentarios: australiager@gmail.com


[1] Ver artículo aquí

[2] Ver entrevista aquí

[3] Ver artículo aquí

[4] Botella Pastor, Virgilio: Entre memorias: Las finanzas del gobierno republicano español en el exilio. Editorial Renacimiento, 2002.

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Pedro

Uff otra historia perdida en el tiempo , buen relato Maestro Australia , en todos los mares , hay piratas jejejje

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