ÉRASE UNA VEZ en Puebla, cuando un joven, talentoso y ambicioso, se forjaba su carrera política, porque quería ser Presidente de la Nación. ¿Cuántos mexicanos sueñan o hemos soñado en ello? Muchos probablemente. Especialmente provenientes de ciertos campos del conocimiento, como la milicia, el derecho, la economía o la ciencia política.
Pero ¿qué se necesita para ser Presidente de México? Las leyes, en particular la Constitución Política, no ofrecen retos insalvables. Una vez que naces en el país y tienes 35 años, lo demás es manejable: residir en el territorio un año antes de la elección; no ser religioso, militar; o servidor público de alto rango; todo ello en servicio activo seis meses antes del día de la votación.
Entonces ¿cuál es la dificultad para presidir el país? Bueno, en realidad es variable. Mucho tiene que ver con el momento histórico y, otro tanto, con el perfil social del aspirante. En cierto momento, como el siglo XIX y primeras décadas del XX, necesariamente había que ser militar y abogado; más tarde con la estabilidad y la democracia, al término del siglo XX y XXI, la oportunidad se abre a otros perfiles como administradores de empresas y politólogos. La formación académica que se toma también importa en el juego político. La universidad pública o privada, con posgrados en México o en el extranjero, termina de amueblar el perfil del candidato.
Claro, pero Puebla es otro mundo; otro México, por decir lo menos. Un estado con una ciudad capital dominada por un grupo de familias de rancio abolengo; de perfil hispano; conservadoras al extremo; enriquecidas hasta la extravagancia. A la élite poblana sólo había dos maneras de ingresar, por poder político o por dinero, y sobre el origen de esos activos, sus miembros podían ser condescendientes. También, para ser justos, excepcionalmente el talento abría algunas puertas.
Todo lo anterior, lo revisó en su momento nuestro personaje y quedó encantado. Cumplía sobradamente con los requisitos. Lo que faltaba era diseñar y ejecutar un plan minuciosamente. Para ello se rodeó de talentosos muchachos, los más de ellos locales, algunos de ellos los mandó traer de la Ciudad de México y del extranjero. Hecho lo anterior, el plan estaba en marcha.
Durante 20 años trabajó con temeridad; alcanzó casi todo lo que se propuso, según lo programado. La gubernatura se le fue una vez, para caer más tarde en sus manos y se propuso no dejarla ir. Haría de Puebla, su tierra natal, el trampolín a la soñada Presidencia de la Nación.
Sin embargo, y EN PERSPECTIVA, el 24 de diciembre, día en que nos reunimos para celebrar la llegada del mesías y cultivar nuestros valores familiares; en un evento fortuito, un “Acto de Dios” como se dice en inglés, fallece nuestro personaje en un terrible accidente de helicóptero. El lamentable acontecimiento no puede menos que recordarme que no siempre los mejores ganan; y como la absoluta capacidad corruptora del poder se cierne sobre nuestra nación. Esto pasó en Puebla, y te lo digo a ti, México entero.
Según tú, se merecían morir, y eso debe ser el final adecuado para todos los que desde siempre trabajan por el poder; igualito como lo hizo Obrador; que en su trayectoria predomina la traición y ” el tradicional fin que justifica los medios”.
Si además le sumamos devastar al PRD que creyó en él y su militancia le dió voto de confianza, que le sirvió de trampolín al poder.
Obrador utilizó recursos del PRD y de los charolazos a su gente contratada y basificaciones desde el GDF, ahora CDM.
El Peje en su febril obsesión deja rapiña sobre los debilitados, violencia política y de todo tipo contra las mujeres, y demencia justificada de sus seguidores.
¿Qué grado de castigo como Acto de Dios le podría merecer por todo esto a tu Mesías Obrador?
Lo que pudieras ver cómo beneficio no cuenta, como tampoco lo estás incluyendo en tu relato.
Para iniciar debo decir que nadie merece morir en un “accidente” o peor aún por la participación de una o mas personas. ES DE LO MÁS INJUSTO E INJUSTIFICABLE. Por otra parte cada quien tiene ideales y metas que va tratando de lograr en su vida, de hecho esa es la esencia de la vida; hacer para lograr. Lo que no está nada bien es que la envidia, los celos y sobre todo los intereses mundanos del dinero y/o poder puedan hacer o motivar hacer a un lado a algún ser humano el cual tiene tantos derechos como sus detractores. Desgraciadamente eso se está viendo en mí México querido hace muchos ayeres y es algo que se observó en EUA en siglos anteriores (1800-1900) aunque ahora es diferente. Siempre me hago la misma pregunta, ¿llegaremos a madurar como País, cómo sociedad? realmente no lo sé, pero eso es lo que más anhelo y espero que suceda antes de mi partida al más allá.