House of Gucci
Avelina Lésper

Arte y Dinero

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Es una película basada en un caso real, ultrapublicitado, y no resulta creíble. Lady Gaga es un cartoon de sí misma, Al Pacino sale de Al Pacino, y está resuelta…

Imagen: Hobby Consolas.
Imagen: Hobby Consolas.

Lectura: ( Palabras)

Se puede perder la cordura, pero nunca el estilo. La película House Of Gucci, dirigida por Ridley Scott, y estelarizada por una sobreactuada Lady Gaga y un sobre engordado Al Pacino, es la larguísima historia de un crimen que comenzó con una decisión que atentaba contra la elegancia.

La película arrastra dos historias paralelas, lo que la hace innecesariamente larga para narrar el asunto central que es el asesinato de Maurizio Gucci, ordenado por su esposa, Patrizia-Gaga. No estoy revelando nada, es un caso de la vida real, apareció en todos los tabloides europeos, y por su puesto en el New York Post de finales de los 90.

La película está entre una copia de la atmósfera del Padrino, y la historia de un amor que desembocó en odio. El asunto de la moda es irrelevante, ella habría mandado a asesinar a su marido si fuera dueño de un restaurante o una fábrica de carros, y venden la película como si la moda fuera parte de la trama y no lo es.

Maurizio Gucci y Patrizia Reggiani
Maurizio Gucci y Patrizia Reggiani (Imagen: Vanity Fair).

Patrizia es hija de un transportista de camiones, carece de refinamiento, se maquilla demasiado, es inculta, le gusta el dinero, y cuando conoce al joven Gucci decide conquistarlo. En este proceso el director exhibe todos los clichés de la trepadora: manipulación y seducción sexual. Maurizio es un pusilánime que se deja dominar, como si nunca hubiera conocido a una mujer, el caso es que “hay razones del corazón que la razón desconoce” como afirmara Flaubert. Se enamoran, se casan, y por su puesto el patriarca Gucci, Jeremy Irons, lo echa de la casa. Comprensible, ella se viste tan mal que la familia bajó varios escalones en la eugenesia del escudo de armas.

Al mismo tiempo nos cuentan largamente cómo la empresa Gucci está anquilosada, pasada de moda y al margen de la vanguardia. Los patriarcas así la quieren, eso es el covid de los negocios familiares. Esa línea dramática es un alegato en favor de acabar con estos negocios y sumarlos a las grandes corporaciones, dirigidas por socios y accionistas, es el touch en pro de la globalización y el neoliberalismo.

Mientras tanto en la telenovela, la mujer mal vestida y seductora se convierte en una especie de Lady Macbeth low cost, de mal humor, ambiciosa y grosera, que obliga al marido a integrarse al negocio, deja el pasado de limitaciones y se enamora del dinero y los viajes lujosos. Aquí viene el segundo cliché: la nueva rica que ni con la mejor ropa logra parecer rica, y eso, es la verdadera tragedia.

House of Gucci
Imagen: The Ribger.

Entonces, en la desesperación se engancha a una adivina que lee el tarot, es Salma Hayek, con su acento de bruja de Catemaco aporta exotismo al personaje.

La tarotista le dice lo que ella ya sabe: que tiene dinero, que le van a quitar el poder, es decir, el marido, hasta que comienza a llorar en las lecturas de cartas, nos imaginamos que ya vio el desenlace. Mientras el pusilánime marido se transforma en vanidoso, se enamora de una rubia de su clase y envía a su elegante abogado a que le pida el divorcio.

Lo demás ya lo sabemos, pagan a dos sicarios y asesinan a Maurizio Gucci en la entrada de su oficina. Es una película basada en un caso real, ultrapublicitado, y no resulta creíble. Lady Gaga es un cartoon de sí misma, Al Pacino sale de Al Pacino, y está resuelta con lugares comunes. En momentos todo es tan sobreactuado que parece que el director está haciendo una parodia de la historia, no la narración de un crimen pasional.

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