“Jamás, jamás te diré lo que pasó en esa torre” le dijo Katherine Blackwood a su esposo Lucian Freud, cuando bajó de la torre del departamento de Picasso en París. Picasso la invitó a ver a sus palomas, contemplar el paisaje de París “a sus pies”, y como era su costumbre, la besó, y lo demás nunca lo sabremos. Blackwood era unos 30 años más joven que Picasso. Degas confiesa en sus diarios, veladamente, que forzó a una joven. Su siniestra pintura La violación, se dice que evoca ese momento. Manet utilizó de modelo a su sobrina de 16 años que posó desnuda para Olimpia. Leonardo tuvo numerosos amantes hombres, y huyó de Florencia a causa de un escándalo. La promiscuidad de Bacon, el alcoholismo de Mark Rothko… Todos crearon obras maestras, todos son indispensables en la Historia del Arte.
El artista tiene dos obras, una que crea y la otra que a veces lo destruye, su propia existencia, su vida. Las dos son caminos distintos, aunque la vida se refleje en la obra, influya en la creación al grado de determinarla, no podemos juzgar a un artista por su vida y desechar su obra.
Encender la hoguera y llevar a ella las obras de arte, condenar trayectorias enteras por la conducta en la vida privada de un artista es una obsesión del neopuritanismo.
Han cancelado exhibiciones de artistas en varios países, como el caso de Chuck Close; cancelaron su gran retrospectiva porque una asistente lo acusó de acoso sexual, sin un juicio, sin oportunidad de aclaración por arte del artista.
Los artistas, como todos los seres humanos cometen errores, tienen vicios, y es muy distinto ser un criminal o delinquir, eso está en el ámbito de las leyes y éstas juzgan delitos, no juzgan obras. Si un artista viola la ley, que sea juzgado como cualquier ciudadano, pero su obra no desmerece un ápice en su calidad. El neopuritanismo desecha la obra de un artista, escritor, poeta, actor, porque no lleva una vida impecable, sin definir en dónde están los límites entre lo publico y lo privado.
Los crímenes públicos son los que afectan a la sociedad en su conjunto, como los artistas y escritores que ponen su obra al servicio de causas nefastas, como el nazismo, en el caso de Heidegger, quien apoyó públicamente el exterminio, expulsó profesores y estudiantes judíos de la universidad y formó parte del partido nazi. Los artistas que para hacer su obra violan las leyes, cometen actos de crueldad, como los que maltratan animales o personas, que su obra en sí misma constituye un delito. Los que abusan al amparo de una posición de poder. No hay obra que soporte esos crímenes.
Es muy diferente a los artistas que en el ámbito personal han tenido un error, y que por eso son juzgados, condenados y su obra marginada. Eso sucede con artistas actuales, porque son más vulnerables a la opinión pública.
Los artistas consagrados, como es Picasso, Degas, o cientos así, si hubieran nacido hoy les habrán descolgado sus obras de los museos, atacándolos en las redes, hasta condenarlos al olvido o llevarlos al suicidio. Analízanos la vida de grandes maestros y muchos de ellos estarían ahora mismo vetado y expulsados del arte.
La misión de ser virtuoso en la vida privada y profesional es una decisión personal, no una imposición de los neopuritanos políticamente correctos. No hay arte sin ética, es paradójico saber que grandes obras fueron creadas por personas que cometieron actos reprobables y eso es justamente el misterio de la creación y del arte: su gran contradicción. Por eso debemos saber separar la obra de la vida del artista, hacer una distancia, y admirar lo admirable, aceptando que las oscuridades del espíritu denuncian nuestra condición humana.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.