Cualquiera que haya estado en la función de recursos humanos, personal, relaciones industriales, talento y otros cuantos nombres más, seguramente recordará cuando le tocó hacer su primera contratación y también cuando hizo su primer despido. Esta segunda experiencia es un quiebre en tu formación, es cuando pierdes la “virginidad” y te enfrentas a la realidad de por qué en muchas ocasiones la función o área es denostada y entonces entiendes por qué le dicen “Recursos inhumanos” y muchos otros adjetivos más.
Decía el legendario Coordinador de la carrera de Relaciones Industriales de la Universidad Iberoamericana, Amado Aguirre, que la función de recursos humanos era como el jamón en un sándwich, haciendo la analogía que una tapa o rebanada de pan era el patrón o empleador y la otra eran los trabajadores y/o el sindicato. Un tiempo le “compré” la idea, pero los años y la experiencia de ya casi 40 años relacionado con la función, me enseñaron que en realidad trabajamos para el empleador y que podemos ser su buena conciencia para el mismo. Por lo que despedir personal debe entenderse, sólo como una función más de las que tenemos que hacer, lo importante es hacerla MUY bien.
En mi experiencia en Recursos Humanos, he tenido que despedir a miles de trabajadores y empleados. He sido director de la función tanto en el sector privado como en el público y jefe del director de la función en varias ocasiones y, bueno, como decía líneas arriba… es parte del trabajo. No se trata de una labor grata ni amable, pero llegados ciertos momentos y circunstancias es inevitable hacerlo, y es responsabilidad de RH cumplir con sus funciones correctamente.

Con esta experiencia, he aprendido varias lecciones: una muy importante es no engancharse, sino actuar de manera profesional, objetiva y evitar involucrarse emocionalmente. A uno le tocó hacer una tarea (y como otras tantas) en la función de Recursos Humanos. No hay que llevarlo más lejos de lo que es: un proceso laboral. Por supuesto, debe hacerse con estricto apego a las leyes, ser justo y educado.
Además, uno tiene que preparar cuidadosamente el entorno para este cometido tan especial. Por supuesto que amerita atención total. Es decir, hacerlo, preferentemente uno a uno, apagar el celular, no recibir llamadas, dejar de ver la computadora… En un espacio cerrado y con privacidad total. Hay que dirigirse a la persona de frente, mirando a los ojos, con voz pausada, serenos, explicando los motivos del fin de la relación laboral, que en ciertos casos pueden ser bajo desempeño o en otros simplemente ajustes presupuestales, la adquisición de la empresa y decenas de razones adicionales… Siempre hay que decir la verdad, “te estamos o te está despidiendo la empresa, organización, entidad por esta razón”.
Hay que tener a la mano toda la documentación requerida, lo cual incluye detallar cada uno de los renglones del finiquito, para que no quede duda alguna y el interlocutor sepa que se lleva una liquidación legal y justa. Si la persona en cuestión fue un elemento valioso se le debe extender una carta de recomendación que valore sus capacidades o talentos; y si no, simplemente se le da una constancia del tiempo que laboró para la institución.
Lo ideal es realizar estos encuentros de manera individual y dedicarles un tiempo razonable, aunque en algunas ocasiones el tiempo apremia. En mi experiencia, en un par de ocasiones debimos formar grupos grandes de personas para darle celeridad al proceso, lo que paradójicamente también funcionó muy bien, porque todo mundo estábamos en la misma lógica.

¿Hay algún momento ideal para despedir personal? Si es posible elegir, sugiero que sea en día lunes por la mañana. De este modo, la persona tendrá el resto de la semana para estar activa: alistar su CV, ver contactos, hacer búsquedas en la red, contactar head hunters… Es decir, sentirse productiva. En cambio, lo peor que puede hacerse es elegir un viernes en la tarde: es muy probable que el empleado salga enojado, desesperado y tome medidas con consecuencias que podrían ser desastrosas para él y su familia. En otras palabras, más vale evitar riesgos innecesarios.
No son circunstancias fáciles ni sencillas. Las personas pueden reaccionar de muchas maneras. Alguien me dijo una vez que yo nunca tendría un infarto: “Porque usted no tiene corazón”. También recuerdo muy bien que una vez me encontraba en un club nocturno a altas horas de la madrugada, cuando alguien me reconoció y envió una botella de champaña. Se trataba de una persona a la que tuve que liquidar, pero estaba muy agradecida porque me dijo que lo hice “de manera espectacular”. Lo que hicimos fue darle un trato respetuoso y una salida digna que implicó permitirle recoger sus pertenencias ya tarde para no tener que pasar el trago amargo de despedirse de los demás. “Actuaste como un pro”, me dijo esa vez que lo volví a ver.
Cuando una organización anuncia un recorte, debe cumplirlo. No debería meter reversa, aunque se hubiera equivocado. Son mensajes que, de no cumplirse, restan credibilidad y confianza en sus directivos. Por eso, estas decisiones tienen que meditarse muy bien y aplicarse de manera profesional.
Al respecto, a la hora de anunciar estas medidas a la bolsa de valores, inversionistas, la prensa, soy de la idea que es preferible hablar de una reducción en un porcentaje de la nómina, más que de un número determinado de personas.

Las organizaciones están obligadas a ser transparentes y respetar a su personal a la hora de informar. Al mismo tiempo o antes de enterar a los mercados accionarios o los medios, tienen el imperativo de notificar de este tipo de medidas a su propia gente. Al menos, por elemental cortesía. Los responsables deben comunicar que lamentan sinceramente tales decisiones y exponer claramente las razones de ello.
Nadie está exento de ser despedido, de sufrir un recorte: desde un presidente, hasta los de finanzas, operaciones, ventas, operarios e incluso el propio personal de Recursos Humanos. Es verdad que a veces los motivos no siempre son del todo justos. Pero más vale estar preparados ante estas eventualidades. Hay que estar mentalizados de esta posibilidad triste pero real. Es que al dejar la organización podemos sentir que nos quitan una parte importante de la vida.
Perder el empleo es horrible y estresante, pero no es el fin del mundo. Mucha gente se levanta de esta situación y se reinventa para lograr un éxito profesional similar o mayor al previo. Estemos preparados, porque con los temas macroeconómicos que está viviendo México, desafortunadamente veo muchos despidos en el corto y mediano plazos.
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