Todas las mujeres tienen derecho a recibir el más alto nivel de cuidados en salud, que incluye el derecho a una atención digna y respetuosa en el embarazo y en el parto, y el derecho a no sufrir violencia ni discriminación.
Declaración de la OMS (2014).
A la sazón del parto en agua de mi hija (Thariel de Sabas), que describí en un artículo anterior (Sarah, un ser de luz esperado), así como pláticas e investigaciones sobre el tema y, de manera más profunda, sobre el parto tradicional, empiezo a tener mayor conciencia del daño que se ocasiona a muchas mujeres embarazadas en labor de parto.
De acuerdo a la Declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indica: En los informes sobre el trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud, se hace mención a un evidente maltrato físico, una profunda humillación y maltrato verbal, procedimientos médicos sin consentimiento o coercitivos (incluida la esterilización), falta de confidencialidad, incumplimiento con la obtención del consentimiento informado completo, negativa a administrar analgésicos, violaciones flagrantes de la privacidad, rechazo de la admisión en centros de salud, negligencia hacia las mujeres durante el parto –lo que deriva en complicaciones potencialmente mortales, pero evitables–, y retención de las mujeres y de los recién nacidos en los centros de salud debido a su incapacidad de pago. Es más probable que las mujeres adolescentes, las solteras, las de nivel socioeconómico bajo, las que pertenecen a una minoría étnica, las inmigrantes y las que padecen VIH, entre otras, sufran un trato irrespetuoso y ofensivo.
Esto queda patentado, en uno de miles y miles de casos. A raíz de ese tipo de maltratos físicos, de humillaciones, de maltrato verbal, etc., en una localidad de Chile, llamada Pozo Almonte, una joven (Adriana Palacios) de tan sólo 19 años de edad, comenzó con su labor de parto; ella contaba con 40 o 41 semanas de embarazo.
El 2 de agosto de 2017 fue la primera vez que se acercó a un centro de salud, pero por consideración del personal médico la devolvieron a su casa por “no encontrarse lista para el parto”, de acuerdo a lo que dijeron después los involucrados. No darle la atención debida se repitió por cinco ocasiones más. Ello terminó en un triste desenlace, la muerte de la bebé, debido al bajo nivel profesional y falta de sensibilidad del personal médico con que actuaron.
Toda la epopeya por la que transitó Adriana fue tormentosa e inhumana. El periódico La Tercera explica así lo sucedido: Al no producirse el parto espontáneo, Adriana es sometida a la técnica de fórceps –que actualmente la tiene muy complicada en su salud física– la cual tampoco es exitosa y finalmente Trinidad llega a este mundo –pero ya sin vida– a través de una cesárea. La causa de muerte diagnosticada: sufrimiento fetal.
Indica también que Natasha Toledo, matrona y directora de la corporación Parir (NOS) Chile, señala que dar a luz a un bebé fallecido durante 11 horas, en un ambiente poco acogedor, sin el acompañamiento psicológico adecuado, sin la presencia continua de un familiar de confianza, es un acto cruel, inhumano y podría catalogarlo hasta de tortura. Es violencia de género y una violación a los derechos humanos. Las muertes fetales deben ser cuidadosamente acompañadas con respeto y amor, de tal forma que se genere un espacio seguro donde se puedan expresar libremente las emociones.
Por un lado, lo anterior, por otro, la Declaración de la OMS; es claro que el procedimiento no es nada nuevo. Más bien, si tal se da en la actualidad, es obvio que mucho más en otros tiempos atrás donde, para las mujeres de pocos recursos, no había ni hay otra posibilidad que asistir a un centro de salud popular cargado de limitantes, no sólo en Chile, lo es también en México y muchos otros países, según lo explica la OMS.
Llama la atención que, precisamente, las mujeres trabajadoras en el área, probablemente también mujeres no sobradas en dinero, en vez de ser más consideradas, son las más intolerantes e impacientes con las mujeres embarazadas de extracción humilde. Tal evidencia la hallamos en el ejemplo de Adriana que no pudo asistir a un centro privado; aunque tampoco es garantía de respeto a la dignidad de la mujer y su criatura.
Lo vivido por Adriana a todas luces fue violencia obstétrica, que se refiere a las agresiones antes, durante y después del parto. Violencia que conllevó un rosario de conductas que van desde regaños, gritos, improperios; y no sólo eso, sino la práctica de una cesárea –probablemente– sin que lo ameritara de haberse atendido debidamente.
Con el hecho perturbador, en Chile es impulsada la llamada “Ley Adriana”, con la que se busca dar todo el apoyo a las mujeres y el ser naciente, con el fin de evitar la violencia obstétrica. Y que (digo yo) permite ir visualizando la puesta en práctica del nacimiento natural en agua como un método ya regular. Práctica ésta de la que fue pionero Michel Odent, el médico francés que revolucionó la forma de dar a luz e impulsó el parto acuático hace 40 años. Él mismo dijo a BBC, programa Witness: …que el parto se había vuelto demasiado científico y quería ensayar un enfoque más natural. (…) Cuando llegué a Pithiviers en 1962, la manera en la que las mujeres daban a luz era igual que en otros sitios: acostadas y con las piernas elevadas apoyadas en estribos o perneras. (…) Gradualmente fuimos reconsiderando todo. Introdujimos el concepto de salas de parto más hogareñas: una habitación pequeña sin aparatos médicos visibles para que las mujeres se sintieran cómodas. Posterior a ello incursionó en el parto natural en agua.
En otra latitud latinoamericana, concretamente en El Salvador, Gabriela de Bukele, Primera Dama de la República, encabeza las bases para el Plan Estratégico “Nacer con Cariño”. Es la primera iniciativa que se convierte en ley dentro de la política nacional de primera infancia, una normativa que garantiza la protección, promoción y apoyo a la lactancia materna, misma que va ligada a la forma de nacer, o a la manera de las mujeres dar a luz.
La misma Primera Dama explica el sentido del Plan: …trabajar en la idea de un parto respetado, humanizado, un parto familiar; no sólo decirlo o ponerlo en papel (…) hay que hacerlo de verdad, ponerlo en práctica. Para que algo pueda ser realidad debemos tener la disponibilidad y la voluntad política para que esto suceda. De acuerdo al planteamiento, se promueve como un compromiso del gobierno de El Salvador a favor del futuro de la población.
En ese mismo sentido, se han sumado especialistas en el área para conformar lo que se le llama “la mesa para la salud materno infantil en El Salvador”, en donde participan científicos como del doctor ginecólogo-obstetra Rodrigo Aybar (panameño-chileno), quien, secundando el Plan Estratégico “Nacer con Cariño”, en su carácter de asesor del mismo, argumenta: …tenemos que intentar, con esta primera piedra, iniciar un cambio en el modo de atención que permita tener resultados mejores. Que, aunque no son onerosos, sí son importantes y sí pueden mejorar la atención de la mujer embarazada, del binomio y vínculo de madre e hijo, de la lactancia materna; el apego inmediato del recién nacido con su mamá, que son aspectos que van a repercutir en su desarrollo posterior.
De tal manera que “Nacer con Cariño” será una ley que permitirá brindar atención antes, durante y después del parto. Permitirá un parto respetado, atención integral a madres, familiar y recién nacidos.
Desde mi punto de vista (como he dicho y sostengo, desde mi ignorancia en este ramo, sólo motivado por el parto natural en agua de mi hija) sostengo que se hace ya obligatorio cambiar el método tradicional en el que madre e hijo(a) se ven sometidos a presiones psico-ginecolócicas-obstétricas innecesarias que ya han sido superadas. ¿Le suena?
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