Existe en el toreo un adagio que reza “los de valor a mandar y los de arte a acompañar”. Y no es que los de arte no posean el atributo de valentía en diferentes cantidades, cualquiera que se pare a intentar darle unos pases a un toro lo posee. Sin embargo, los llamados toreros de valor son reconocidos así, generalmente por ser más arriesgados en su quehacer y más regulares en sus actuaciones que los llamados de arte.
Los toreros categorizados como artistas son a la vez admirados y rechazados, lo primero porque el sello que imprimen a su estilo de torear muchas veces impacta con un pase o con su lance, e incluso con algún detalle que tienen sin torear, como por ejemplo: Morante de la Puebla, regando el albero con el fin de dejarlo a su entero gusto. Lo segundo, es que los acusan de abúlicos e indecisos, a veces hasta medrosos en su quehacer.
Sin embargo, ahí están y a lo largo de la historia se han llamado: Cagancho, El Calesero, Curro Romero y desde luego, Rafael de Paula, por dar algunos nombres, los cuales, pese a lo intermitente de sus triunfos, mantuvieron longevidad en sus carreras. Esto prueba que no están circunscritos a una moda en particular, lo distinto de su concepción taurina es que parecen torear desde lo más profundo de su ser.
Frente a la concepción de poder –dominar el ímpetu del toro, entender sus reacciones y someter sus acometidas– se presenta la de aplicar las normas del toreo para conseguir la armonía, y aquí se vale equipararlos, pues mientras unos se inclinan más por la técnica, los otros se van por su interpretativa.
Generalmente, el escalafón lo han encabezado los primeros, los otros van detrás en los números con el propósito de construir estética en cada una de sus interpretaciones, sin voltear mucho al marcador de trofeos que tanto importa a los primeros, o el número de festejos en los que actúan. Saben los segundos que el público va a verles detalles por la expresión de su sentimiento.
Pues bien, pasados casi siete meses del año actual, sorprende que sea Morante el que encabece el escalafón de corridas de toros en diferentes plazas de América y Europa, seguido, por Juan Ortega y luego Roca Rey –el segundo en la cuerda del andaluz–, tercero más en la línea de los de valor, como el cuarto que es Calita y, el quinto, Pablo Aguado, como primero y segundo capaces de crear la magia de lances o pases de sentimiento y profundidad.
En sexto lugar aparece José Mauricio –ahora recuperándose de una operación–; también Emilio de Justo, José María Manzanares, El Juli y Antonio Ferrera, dentro de la primera decena del escalafón de un año atípico por la pandemia y en que los diez artistas –cada quien dentro de su estilo– han acumulado más festejos, faltando meses para cerrar el año. Cada aficionado sabrá cómo los califica de acuerdo a su particular gusto y si se quedan en el tintero algunos matadores del definido como toreo puro. En la mitad del escalafón Finito de Córdoba o Diego Urdiales, o bien ejemplos de pasión, vocación y firmeza, tanto Paco Ureña como nuestro paisano Arturo Macías.
En el de novilleros, Manuel Perera, Enrique Ayala, Mirafuentes de Anda, Emmanuel Cuenca, seguidos por Tomás Rufo, acumulan más festejos que sus compañeros. Quien recientemente dio una nota alta por México en España fue Isaac Fonseca en la localidad madrileña de Cadalso de los Vidrios, donde se adjudicó el certamen Novilleril de la Comunidad de Madrid, sufriendo cinco volteretas que lo magullaron, pero no le mermaron su ánimo, hasta conseguir tres trofeos hace unos días en el festejo final.
Los tres que siguen a Manuel Perera novillero, que apodera Juan José Padilla, son mexicanos y el quinto, Tomás Rufo, parece el más maduro para pronto convertirse en matador de toros.
Datos que se mueven día con día, pero que le darán una idea de por dónde se encamina el toreo en estos tiempos, distintos a los que estábamos acostumbrados a ver en la punta del escalafón.
Mantienen viva la flama y esta vez el de matadores está encabezado, por quien a sus 24 años de alternativa está logrando, tarde tras tarde, dejar su huella en la temporada de 2021; lo cual es noticia sin lugar a duda, pocos de su cuerda lo han hecho en los tantos años que tiene de celebrarse el toreo.
La histórica encerrona de Morante ante los seis Veraguas de Prieto de la Cal, en la Real Plaza de El Puerto de Santa María, cuelga el cartel de “no hay billetes” a las pocas horas de salir a la venta, el 7 de agosto. Por ello, huele distinto, y el aroma artístico que le imprime Morante de la Puebla siempre será recordado a partir que se ungió matador el 29 de junio de 1997 en Burgos, con César Rincón de padrino y uno que fue exquisito en el capote, Fernando Cepeda.
Sea enhorabuena: ¡Viva la variedad en toros y toreros, el arte –como diría mi entrañable amigo– no tiene miedo!
Morante es único e incomparable