Algunos me cuestionan que no le reclame agriamente a la empresa de la Plaza México, por el retraso en el inicio de los festejos novilleriles y la falta de noticias claras al respecto.
Si exigir sirviera, se lo aseguro, ya lo hubiera hecho, más bien cabría que esperar noticias, pues entiendo que el diferimiento ya no será tan largo y aquí nos vale aplicar, el de serenidad y paciencia, amigos.
Además, celebrar al menos 12 festejos, es un requisito indispensable para presentar la próxima Temporada Grande y creo ya no tardaremos en saber algo al respecto, y espero casi al unísono el serial tapatío, novilleril.
En este espacio, por lo pronto, prefiero compartir lo que uno de tantos buenos aficionados comentó respecto a los 100 años de El Taquito y su sentir de lo que mueve a ser aficionado al toreo de por vida.
Me refiero a Sergio Suárez Liceaga, de entrada uno de los contadores públicos financieros más respetados en el país por su trayectoria y luego, familiar, de la dinastía del apellido materno que alguna vez escribí al respecto.
Y me dice:
Con mucha pena me he tardado mucho en saludarte primero por una congestión de ideas, propósitos y quehaceres y recientemente por razones de salud que me mantuvieron hospitalizado por una neumonía de la que parece estoy en recuperación, aunque preso en casa por los convenientes cuidados.
Tu artículo sobre El Taquito y El Carmen, me hacen renacer la nostalgia de aquellos tiempos y aquellos barrios en que yo por primera vez abrí mis ojitos. Sí, efectivamente yo nací hace más de 88 años en la calle de San Sebastián No. l4, frente al Jardín y la iglesia de San Sebastián, a una cuadra de la Plaza del estudiante y de la Cárcel del Carmen, la Comisaria No 1 del D. F. en aquellos tiempos, por cierto, en la calle donde estaba (o está) la cárcel había un local corralón donde yo entrenaba toreando con una carretilla.
Claro que me acuerdo del tumulto que se formó por el encarcelamiento y posterior liberación de don Lorenzo el “maestro del pase natural”, como también recuerdo la cojiniza al “Soldado” y luego de su faena parado sobre uno de ellos, para sacarse la espina del petardo.
La Plaza del Estudiante se usaba para los baños con cubetas y agua de la fuente los “sábados de gloria” de entonces.
La nostalgia me lleva a recordar las corridas de toros de aquellos tiempos y también como una vez ya te comenté, los cafés del Tupinamba y las funciones del Frontón México.
Las meriendas de La Copa de leche en San Juan de Letrán, las funciones de cine en el Goya o el Alarcón, las comidas o cenas en El Taquito, que cuando yo trabajaba en La Tabacalera Mexicana, le hicimos un homenaje a mi tío David, donde saludamos a don Rafael y a su hijo Marcos a quien sigo frecuentando.
En fin, qué de recuerdos nostálgicos nos traen tus artículos.
Y volviendo a los toros, ¿te acuerdas Luis Ramón de cuando al salir el toro era recibido desde el burladero de enfrente por el peón de confianza para “pararle los pies” con dos lances y luego correrlo con tres “a una mano” con arte y sentimiento? ¿Te acuerdas cuando por reglamento se aplicaban tres puyazos seguidos de tres quites de los alternantes?
Creo recordarás los quites de oro, o las tapatías o los quites de la mariposa e inclusive los quites al alimón: ¿Todavía existirán? Y hablando de banderillas, creo que sabes que se invitaba a los alternantes como en el caso de David Liceaga, Arruza y Armillita.
¿Has vuelto a ver pares al cambio o al quiebro? o ¿las banderillas cortas o en tablas? ¿O la merecida vuelta al ruedo del matador que no alcanzaba apéndices, pero había efectuado una buena faena?
Creo que antes los jueces de plaza no se lucían retrasando la entrega de trofeos y hacían respetar el reglamento para impedir el número de toreros en el ruedo (actualmente llegan a ser 7 o más).
Qué de cosas tuvimos la oportunidad de conocer personas como yo por mi edad o como tú por tú involucramiento desde joven. Cosas que el aficionado de hoy no tuvo la oportunidad de conocer.
En fin, qué linda es la fiesta y ojalá podamos seguir disfrutándola.
“Un abrazo con el cariño de siempre y ojalá podamos platicar de esto en vivo”.
Me parece que sobra escribir algo más, y ya quedé con Sergio para ir a comer y celebrar su recuperación y taurinismo, así como también agradezco a Memo Infante convidado a esa comida, ejemplar ejecutivo en especial de la música discográfica y gran aficionado taurino, por tomarse el tiempo de escribir unas líneas.
La afición es la mejor defensa contra el ataque anti-taurino ahora proveniente de Veracruz y a ellos apelo para defender nuestra hermosa tradición a casi 500 años de haber celebrado el primer festejo taurino en México en un lugar muy cercano por cierto, a El Taquito.
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