¿Qué plan? ¿Nos tomamos un cafecito?
Pues bien, la aventura del café nos ha llevado a un presente lleno de marcas y productos. A partir de los años 50 en que la comida rápida, los enlatados, congelados y alimentos preparados empezaron a tomar auge en los Estados Unidos, el café instantáneo se puso de moda; en México, con cierto grado de retraso, nos llegó la misma tendencia para comer y beber. Para los prósperos habitantes de los años 60 en nuestro país, igual que para los estadounidenses, tener café en polvo en un envase de cristal se volvió un signo de practicidad y comodidad que simplificaba las mañanas de los adultos desayunando café con pan tostado mientras los niños tomaban jugo de naranja envasado, chocolate en polvo y el cereal con leche.
El mercado del café instantáneo se fue llenando de marcas asociadas al grano en esta presentación y envasado para poder comprarlo en cualquier tienda de autoservicio. Además las cafeterías siguieron proliferando y poniéndose de moda. Salir a tomar un café es una costumbre que deviene de entonces, porque antes de eso, lo que se utilizaba era ir a restaurantes o merenderos sólo para comer o cenar en casos especiales. Posteriormente, aparece el hábito de realizar salidas a consumir alimentos y bebidas con el servicio de “profesionales”, lo que se volvió una costumbre entre las actividades de entretenimiento.
Mientras la evolución de la industria del transporte posibilitaba los viajes por tierra, y el desarrollo de la industria turística promovía que la gente viajara por diversión, por conocer o adquirir nuevas experiencias, hubo un impacto directo en los servicios de alimentos en restaurantes, cafeterías, incluso el “bed and breakfast” porque, de manera muy importante, el café se volvió protagónico y de primera necesidad en la oferta de estos establecimientos.
Además hay que agregar que al desarrollo de este mercado se incluyeron las cadenas de restaurantes y cafeterías. Nombres como Dennys, Vips y Sanborns –donde lo primero que te ofrecen, u ofrecían, en los horarios matutinos, vespertinos y nocturnos, es café que los comensales se toman a pesar de la fama que tiene de ser pésimo– se volvieron populares. Adicionalmente se mantuvo un mercado elitista, ¿chic?, ¿snob?, ¿conocedor?, que seguía consumiendo café molido, comprando mezclas y eligiendo granos de diferentes regiones en tiendas como El Emir. Con el tiempo, la cultura del café molido se volvió a poner en auge y se convirtió, a pesar de ser caro, en un mercado masivo a través de lo que hoy es Starbucks y Cielito Querido. Estas marcas tienen una oferta diferente de sabores, mixturas y presentaciones que, con una muy alta demanda, logran satisfacer a un público menos estricto y exigente.
Por otro lado, marcas como Krups, Oster, y más recientemente, Nespresso, abrieron la posibilidad de subir la calidad del café que las clases medias y altas tomaban en casa con las cafeteras para café molido, las percoladoras e incluso las batidoras de leche como un artículo aislado para obtener la espuma perfecta para los capuccinos hechos en casa.
Contar con alguna de éstas máquinas para hacer café en el hogar, era y, de alguna manera sigue siendo, un símbolo de estatus que corresponde no sólo a ciertos niveles socioeconómicos sino también socioculturales. De hecho, cuando se trata de ser verdaderamente elegante en los eventos que cuentan con coffee break en hoteles o salones, se pone una máquina percoladora con las cápsulas de Nespresso para que cada quien pueda escoger la intensidad, sabor y mezcla de su preferencia.
Hasta aquí, el mercado del café como producto y a través de distintas marcas. Cuando se revisa el futuro del grano, lo que se encuentra es que es necesario hacer un análisis a fondo de su producción. Es un cultivo que se encuentra bajo la mira porque se enfrenta a diferentes situaciones que lo hacen difícilmente sostenible, a saber: para su desarrollo se requiere de una gran cantidad de agua, y éste es un recurso natural cada vez más escaso, los campos que se utilizan para su cultivo tienen que ser preparados para la siembra y desarrollo del grano en tierras donde éste no era parte de la flora natural, lo que implica un desbalance ecológico que, a pesar de los años, –muchos años– no se ha equilibrado nuevamente. El incremento en el consumo humano ha llevado, igual que toda la demanda de alimentos que nuestra subsistencia como especie, a una sobre carga de cultivos que implica la erosión de plantíos de otras semillas o de la vegetación propia de las regiones,por lo tanto, tenemos el mismo resultado: la sobrecarga del planeta en función de los insumos que requerimos, como especie, para sobrevivir.
De esta manera, pareciera que dentro de algunas décadas, el café volverá a ser un artículo de lujo, que se sustituirá en las mesas más pobres con otro tipo de bebidas o con modificadores químicos del agua y/o de la leche que tengan saborizantes para mantener la fantasía de que se toma el “café” y se obtienen sus efectos. Esto será posible, sin duda, porque químicamente se puede conseguir ya todo el resultado deseado, sin embargo, seguimos en el cuestionamiento de la pertinencia de que la dieta humana se transforme cada vez más artificial. En contraparte, lo orgánico queda muy lejos de los bajos presupuestos y la conciencia de salud también.
Bueno, no podemos ir muy lejos en este caso en cuanto a lo que sucederá en el futuro con el café, de no resolverse la situación del grano de una manera integral, ecológica, sostenible y sustentable, parece por lo menos negro. Negro como se pide un buen café para iniciar la mañana. Empecemos a reflexionar y actuar en la preservación de este mercado, de manera que sigamos siendo privilegiados de tomar un cafecito para conversar con los amigos, para despertar muy tempranito y estar listo a salir nuevamente, cada día, a disfrutar la vida.
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