El Niño de la Capea, celebra sus cincuenta años de alternativa, triunfando
Luis Ramón Carazo

Ocio y Negocio

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En hombros se fue la terna, después de una tarde bucólica en la que los toros de la ganadería de Pedro y su esposa fueron buena materia prima.

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Lectura: ( Palabras)

Pedro Gutiérrez Moya regresó a los ruedos, y su retorno nos provocó una gran nostalgia aderezada con gran admiración, hacia quien, celebró su cincuentenario de alternativa vestido de luces, esto es, haciendo lo que más le gusta.

Han pasado largos años desde que se convirtió en uno de los toreros españoles, ídolos de México, como lo fueran a principio del siglo pasado: Antonio Montes, posteriormente Chicuelo en los veinte, Cagancho en los treinta, Manolete en los cuarenta, en los sesenta Paco Camino, en los ochenta y noventa Pedro y aunque no, en la misma magnitud a finales del siglo pasado y los años que transcurren en éste convulsionado siglo, el valenciano, Enrique Ponce, sin olvidar a El Juli, quién tiene una gran cauda de partidarios en nuestro País, desde su etapa de novillero.

A punto de cumplir setenta años -nació el 17 de septiembre de 1952- recibió con grandes honores la alternativa en Bilbao, el 19 de junio de 1972 de su padrino Paco Camino y el testigo Paquirri. El 9 de diciembre de 1973 se presentó en La México, a confirmar su alternativa y fue su padrino Curro Rivera y el testigo, Curro Leal, con el toro Consentido de Garfias.

A partir de esa fecha y hasta su despedida, acumuló 37 actuaciones en La México, lo que lo ubicó por muchos años como el torero extranjero, que más veces actúo en el ruedo de La Monumental, hasta el advenimiento de Enrique Ponce. La última fue en el 2004, cuando confirmó la alternativa de Pedro, su hijo.

En sus primeros años sus actuaciones fueron esporádicas y aún se recuerda la gran faena a Alegrías de Reyes Huerta, en la que, al fallar con la toledana, quedó en dos clamorosas vueltas al ruedo. El 22 de diciembre de 1974, con Corvas Dulces de Garfias, recibió los máximos trofeos.

El 18 de febrero de 1979, trazó una gran faena a un toro de Jaral de Peñas, misma que brindó a Paco Camino y en esa misma corrida, Miguel Espinosa, Armillita, confirmó la alternativa, de manos de Mariano Ramos.

Se ausentó cinco temporadas y fue en los ochenta, cuando se consolidó como ídolo de nuestro País, pues en muchas de nuestras plazas tuvo grandes actuaciones, especialmente en Guadalajara. En 1985, en La México realizó una gran faena al toro Debutante de Funtanet, que malogró en la suerte suprema.

Una tarde inolvidable fue, la de la faena a un gran astado de Garfias, ganándose la sentencia del público como torero consentido. En España declaró” …la faena a Manchadito rompió mi carrera en dos. Marca el final de la etapa dedicada a ganar dinero y abre la segunda en la que, comienzo a disfrutar del toreo. Hay dos Capeas, el de antes de Manchadito y el de después”.

El 4 de mayo de 1986, fue el primer torero español, en realizar una faena que permitió el indulto al toro Samurai de Begoña, en tarde redonda al lado de Manolo Arruza y Miguel Espinosa, Armillita, que tocaron pelo, el de Miguel fue el máximo trofeo.

En 1988 en Madrid, en solitario pechó con seis astados de Victorino Martín y al quinto de la tarde entre otras suertes, tejió unos naturales que duran en la retina de quienes los vimos en vivo o en imágenes de televisión; salió en hombros en la Corrida de la Prensa.

Anunció su retiro en España y reapareció en Juriquilla, en Querétaro el 15 de septiembre de 1989 y el 10 de diciembre se presentó en La México con toros de Garfias, actuando con Manolo Martínez en la confirmación de alternativa de Alejandro Silveti.

Manolo, por cierto, fue con el torero español que más veces alternó y Jorge Gutiérrez en La México: 13 corridas, más que ningún otro.

Una de tantas anécdotas que se dio en La México, -actualmente suspendida como coso taurino arbitrariamente- fue cuando toreó, con un llenazo con Miguel y Jorge en el cartel ante toros de San Martín, el porrista Negro Aranda en gloria de Dios, gritó: “Paisano, no te hagas pendejo, regala un toro”; la respuesta del salmantino con su agradable sonrisa, fue a pedir el regalo y lo brindó al porrista. La faena terminó con dos trofeos para la espuerta y el cariño del público que lo idolatraba.

En una breve reseña, llegamos a su tarde de despedida en La México, el 5 de febrero de 1995 y cuando digo que era un ídolo, lo demostró con una entrada hasta el reloj en mano a mano con Manolo Mejía, luciendo un terno berenjena y oro.

Con Piropo castaño claro, rebarbo, ojinegro de José Garfias, le arrancó muletazos en medio del sonido de Las Golondrinas y totalmente entregado se volcó en la suerte suprema, escuchando una gritería ensordecedora y al final recibió los máximos trofeos, saliendo en hombros, el ondear de pañuelos fue clamoroso.

El 19 de junio de 2022 en Guijuelo, Salamanca, reapareció logrando dos faenas rotundas, la primera de máximos trofeos, la segunda uno; su yerno Miguel Ángel Perera, cuatro y su hijo Pedro, cuatro. Inolvidable quedará en la historia del Capea y del toreo la gesta de quién, fue reconocido con el grito de ¡Torero, torero! Y cómo no hacerlo, si su actuación fue plena de facultades de derroche de vigor de quién, se desbordó en el ruedo.

En hombros se fue la terna, después de una tarde bucólica en la que los toros de la ganadería de Pedro y su esposa, fueron por lo que sabemos, buena materia prima.

En Istres, Francia, triunfó Diego Valadez con Puerta Grande y la suerte no acompañó en Madrid a Arturo Gilio. Se fue Andrés Vázquez, conocido como el Brujo de Villalpando y en muchas plazas de España se le recordó con gran cariño y reconocimiento. Le vamos a extrañar, maestro.

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