Ramon
Antonio Nájera Irigoyen
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La pregunta es por qué un crítico de esta categoría goza de tan amplio olvido en México y Francia. La respuesta es unívoca y atañe a razones políticas. Ramon fue…

Lectura: ( Palabras)

Hace un par de años, durante un viaje a Cuba, mi madre y yo sostuvimos una conversación con una bailarina de salsa sobre México y los mexicanos. “El problema de ustedes —nos decía— es que son borrachos. Y, cuando son guapos, automáticamente se vuelven insoportables. Acá hay muchos más guapos y no somos así”. Descreo de esta supuesta esencia mexicana; por lo demás, acaso nadie cumpla mejor este estereotipo facilón, entre nuestros escritores, que Ramon Fernandez.

Nace en París hacia 1894. Hijo y nieto de diplomáticos porfiristas, su vida fue un persistente intento de no ser mexicano. De madre francesa, recibe una educación típicamente europea que nunca se verá coronada por estudios universitarios. Mala fortuna: a partir de la muerte de su padre, cuando Ramon roza apenas los once años, la familia padece de una frágil economía. Y peor aún: Ramon acostumbra una vida costosa, en la que se ve obligado a combinar la enseñanza de idiomas y la crítica literaria con un parasitismo y donjuanismo descarados.

Ramon Fernandez
Ramon Fernandez (Foto: WikiData).

Por esos años, comienza a publicar artículos para la Nouvelle Revue Française, donde comparte páginas con las plumas más brillantes del período de entreguerras. Primer alejamiento de su mexicanidad: firma como “Ramon Fernandez” —sin acento, a la manera francesa. Y escribe sobre autores ingleses que revela a un público entonces poco familiarizado con nombres, hoy clásicos, como Hermann Melville o Joseph Conrad. Francés al final de cuentas, también diserta sobre los clásicos (Racine, Balzac, Stendhal…), sin por ello rehuir tampoco de sus contemporáneos. Es uno de los primeros en hablar a profundidad de un snob que no sale sino de noche y siempre acompañado por una cantidad de ropa que alcanzaría hasta para tres personas. Ese snob ignoto era Marcel Proust, con el cual cultiva además una amistad personal.

La pregunta es por qué un crítico de esta categoría goza de tan amplio olvido en México y Francia. La respuesta es unívoca y atañe a razones políticas. Ramon fue, tras su paso por el socialismo y el comunismo, un ferviente militante del Partido Popular Francés (PPF) y un colaborador pasivo durante la ocupación nazi. Lo anterior le ha valido larga desatención de la crítica literaria, sin que nos preguntáramos, hasta hace poco, por qué y en qué circunstancias viró con tal estrépito.

Dominique Fernandez
Dominique Fernandez (Foto: LaPresse.ca).

En una hermosa biografía (recientemente publicada en español por el FCE), que es al mismo tiempo una bella carta de amor y comprensión, Dominique Fernandez, su hijo, no duda en calificar este salto al vacío como un esfuerzo “para sanar un mal íntimo”. Ramon (que no había participado en la Gran Guerra, que encomiaba el traje y el fusil, y que perseguía, como muchos otros, la idea del hombre fuerte) no pudo encontrar mejor respuesta que en el PPF y su líder, el obrero Jacques Doriot. El PPF es una agrupación que ahora diligentemente llamamos fascista —pero entonces esta categoría no era del todo clara, bajo la mística nacionalista y la firme vocación social del partido. Siempre es más fácil juzgar a toro pasado.

El final llegó pronto. Y como siempre, la vida se entrecruzó con la política: al desvarío político siguió el desastre conyugal y el alcoholismo. Murió, apenas pasados los 50 años, víctima de un derrame cerebral. Ramon y muchos más se equivocaron, como lo hemos hecho los hombres desde que se tiene memoria. Leamos a Ramon.

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