Aspiremos a cambiar nuestra cultura política de raíz. Solo así, se puede consolidar la democracia en México: no a base de caprichos o concursos de popularidad.
En estos tiempos en donde parece que si uno no toma partido de manera inequívoca, traiciona sus principios y la viabilidad misma de la civilización, detengámonos a crear mundo común a través de nuestras conversaciones.
En las democracias, las decisiones las toma el pueblo: pero el pueblo pierde autoridad cuando sus líderes tienen una relación comprometida con la verdad.
En junio de este año tendremos las que serán las elecciones más grandes de la historia de nuestro país.